Caliente,
caliente...
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
otro día, estando yo de cocina, teníamos para comer “sobras”; es decir, todo lo
que había ido sobrando los días anteriores.
Admito
que no me gusta nada la cocina así. Lo primero, porque no hay nada que cocinar;
y, lo segundo, porque es un poema lograr calentar tanto plato distinto, que no
se te queme o pegue nada, y tenerlo a punto todo a la vez.
Estaba
yo refunfuñando por decidir qué meter antes al microondas (tenía dos sopas y un
puré) cuando llegó una hermana y me dijo:
-¿Alguna
vez has probado a calentarlo al baño maría?
Tuve
que admitir que no. Así que ella, muy resuelta, se puso a ayudarme y a preparar
los cacharros.
-Los
pones todos a la vez -me iba explicando- Como se calienta también el recipiente
en que lo vas a servir, aguanta más tiempo la temperatura. Y, mientras haya
agua, ¡no hay riesgo de que se pegue!
Lo
cierto es que yo alucinaba. Cuando llegó la hora de la comida, todos los platos
estaban preparados, ¡y con la temperatura exacta!
Esto
me ha llevado a orar mucho. Sí, porque el proceso para calentarlo así es algo
más lento, ¡pero más seguro! No consiste en calentar directamente el cacharro,
sino en calentar “su ambiente”. Y resulta de lo más efectivo.
Cristo
es muy paciente. No le importan los procesos lentos, pues sabe que son seguros.
A mí me puede mil veces la impaciencia, me gustaría cambiar yo, o que el otro
cambie de la noche a la mañana, quisiera que Cristo se manifestase a todo el
mundo... pero Él sigue prefiriendo sonreír e ir despacio, para que nadie tenga
miedo a acercarse, con paciencia: calentando el ambiente.
En
efecto, a todos nos encanta el resplandor de las estrellas, pero es la tenue
luz de la vela la que alumbra la casa. Y Jesús nos dijo que éramos como ella:
“No se enciende una luz para esconderla... sino para ponerla en el candelero y
que alumbre a todos los de la casa”. Por muy pequeña y débil que sientas tu
luz, ¡Jesús cuenta contigo! Y tu primera misión es tu casa, tu hogar.
Y,
en esta misión, lo mejor es seguir el consejo de aquel santo: “Predicad todo el
tiempo, y, si es necesario, también con palabras”.
El
calor de amor que pongas en el ambiente, irá calando a todos los tuyos hasta lo
más profundo. Lento, ¡pero seguro!
Hoy
el reto del amor es crear buen ambiente en tu hogar. En tu rato de oración,
pregúntale a Cristo qué puedes hacer hoy para ser luz, para llenar de color y
alegría la vida de los tuyos. Deja que Su amor te queme por dentro, ¡y apuesta
por amar a los más cercanos, a tus “próximos”! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma