El lema de esta pascua del
enfermo es «acompañar en la soledad»
Celebramos
en este domingo la Pascua del Enfermo. Es el sexto domingo de Pascua, cerca ya
de la Ascensión. Las palabras de Jesús tienen aire de despedida: «No os dejaré
huérfanos, volveré a vosotros» (Jn 14,18).
Jesús
no se refiere a su vuelta al fin de los tiempos, sino a una inmediata que
tendrá lugar en Pentecostés cuando envíe al Espíritu Santo, que en griego se
llama Paráclito. «Yo pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre
con vosotros, el Espíritu de la verdad» (Jn 14,16). ¿Por qué habla Jesús de
otro Paráclito? ¿Qué significa este nombre?
En griego, Paráclito significa «el que consuela». Es natural
que, al quedarse sin Jesús, los discípulos se sintieran tristes, huérfanos. Se
marchaba su maestro y su amigo. Regresaba al Padre el que había sido su
consuelo durante el tiempo que había estado con ellos.
Por
eso habla de otro Paráclito, porque el primero fue él. Este título de
«consolador» se daba al Mesías, pues tenía la tarea de consolar a su pueblo en
momentos difíciles. Ahora, ante la ausencia de Cristo, el Espíritu Santo viene
a llenar su vacío y, cumple, por así decirlo, el servicio que realizaba Jesús.
Por eso dice que volverá a los suyos.
En la enfermedad el hombre necesita consuelo. Lo estamos
experimentando en esta dura prueba de la pandemia que no sólo nos ataca
físicamente sino sicológica y espiritualmente al sentir, en muchas ocasiones,
la soledad. El lema de esta pascua del enfermo es «acompañar en la soledad».
Son muchos los que, por su ancianidad o por estar contagiados, han pasado y
pasan mucho tiempo solos.
Muchos
también los que han fallecido en una soledad dramática sin la mano que te
aprieta dando seguridad o la palabra que te conforta. Jesucristo ha
experimentado la soledad, incluso la soledad de su Padre en la cruz, tan
difícil de entender. Sufrió la soledad en el huerto de los olivos, cuando sus
discípulos se durmieron y la soledad del pueblo que días antes le había
aclamado con cantos en la entrada de Jerusalén. Ha vivido en su propia carne lo
que padecen tantos hermanos nuestros.
Es este Jesús el que dice: «Venid a mí todos los que estáis
cansados y agobiados que yo os aliviaré» (Mt 11,28). Recordando estas palabras,
el Papa Francisco, en su Mensaje para este día, dice que nos «indican el camino
misterioso de la gracia que se revela a los sencillos y que ofrece alivio a
quienes están cansados y fatigados. Estas palabras expresan la solidaridad del
Hijo del hombre, Jesucristo, ante una humanidad afligida y que sufre. ¡Cuántas
personas padecen en el cuerpo y en el espíritu! Jesús dice a todos que acudan a
él, “venid a mí”, y les promete alivio y consuelo».
Este consuelo tiene un nombre propio: es el Paráclito, capaz de
sanar nuestras heridas más profundas, e incluso las de nuestra propia
naturaleza mortal. En la primera lectura de este domingo se dice que Felipe predicaba
en Samaría y realizaba «signos» como la curación de lisiados. El Espíritu
actuaba por medio de él. «La ciudad —dice el libro de los Hechos de los
apóstoles— se llenó de alegría». También nosotros necesitamos la acción del
Espíritu que venga a confortar a la humanidad, y especialmente a los enfermos,
con la alegría de su presencia. Para ello intensifiquemos nuestra oración de
modo que se cumplan las palabras de Jesús: «Lo que pidáis en mi nombre yo lo
haré» (Jn 14,13).
Y
al mismo tiempo que oramos, acompañemos a quienes sufren la enfermedad en
soledad, y a quienes en el ejercicio de su trabajo sanitario pueden también
sentirse solos o sin fuerzas ante las dificultades. La presencia de Jesús se
realiza a través de los suyos, de su Iglesia, que desea estar junto a todos los
que sufren para que nadie se sienta solo en la experiencia de su dolor.
+ César Franco
Obispo de Segovia.