San Cirilo de Jerusalén se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por unos escritos suyos muy importantes que se llaman "Catequesis"
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Dominio público |
Era
un hombre suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más
instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones.
Pero por eso mismo una vez lo desterraban los de un partido y otra vez los del
otro.
Aunque
los de cada partido extremista lo llamaban hereje, sin embargo San Hilario (el
defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San
Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera
amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama
"valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan
las verdades de nuestra religión".
Una
de las acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias
posesiones de la Iglesia de Jerusalén para ayudar a los pobres en épocas de
grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas
épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.
El
emperador Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalén
para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se
cumplía. San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de
materiales para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría
estrepitosamente. Y así sucedió y el templo no se reconstruyó.
San
Cirilo de Jerusalén se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la
Iglesia, por unos escritos suyos muy importantes que se llaman
"Catequesis". Son 18 sermones pronunciados en Jerusalén, y en ellos
habla de la penitencia, del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo
frase por frase. Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades
de la fe y habla bellisimamente de la Eucaristía.
En
sus escritos insiste fuertemente en que Jesucristo sí esta presente en la Santa
Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja:
"Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano
derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos
de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los
llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia
Consagrada".
Al
volver de su último destierro que duró 11 años, encontró a Jerusalén llena de
vicios y desórdenes y divisiones y se dedicó con todas sus fuerzas a volver a
las gentes al fervor y a la paz, y a obtener que los que se habían pasado a las
herejías volvieran otra vez a la Santa Iglesia Católica.
A
los 72 años murió en Jerusalén en el año 386.
En
1882 el Sumo Pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.
Fuente: EWTN