Entrevista
con el Cardenal Penitenciario Mayor que ilustra el decreto a favor de los
enfermos, sus cuidadores, sus familias y todos aquellos que rezan por el fin de
la pandemia
Interior de la cúpula de la Basílica de San Pedro |
"Un
gran manto de misericordia se extiende sobre todos aquellos que desean
recibirla". Así explica el Cardenal Penitenciario Mayor, Mauro Piacenza,
en esta entrevista con los medios de comunicación del Vaticano, el decreto de
indulgencia plenaria ofrecido con motivo de la emergencia de la pandemia.
- ¿Puede explicar el
origen del decreto de indulgencia en este momento de emergencia para el Covid
19?
La
ley suprema de la Iglesia es la salvación de las almas. La Iglesia se presenta
ante el mundo para proclamar el Evangelio y ofrecer los sacramentos, es decir,
la superabundancia de dones y la gracia divina que se ponen a disposición de
todos. Es evidente para cada uno de nosotros la crisis que estamos atravesando
en este momento, lamentablemente ahora en muchos países del mundo. Vivimos en
una situación de emergencia: hay hospitales que corren el riesgo de no poder
recibir a los enfermos, hay enfermos que se ven obligados a vivir en
aislamiento y, por desgracia, también a morir sin el consuelo y la cercanía de sus
seres queridos, hay enfermos que carecen de la cercanía de un sacerdote para la
unción de los enfermos y la confesión. Hay muchas personas en cuarentena y
ciudades enteras cuya población debe permanecer encerrada en sus casas debido a
los reglamentos emitidos por las autoridades para contener el contagio.
- ¿Cuáles son las
necesidades más urgentes?
La
naturaleza extraordinaria de este tiempo requiere medidas extraordinarias para
ayudar, estar cerca, consolar, asistir, para que a nadie le falte nunca la caricia
de Dios ante el sufrimiento y la perspectiva de una muerte inminente. Por eso
la Penitenciaría, actuando al servicio del Papa y con su autoridad, ha emitido
el decreto sobre las indulgencias.
- ¿Puede enumerar las
particularidades de esta medida?
En
primer lugar, se ofrece indulgencia plenaria a todos los pacientes con
Coronavirus que están en hospitales o en cuarentena en casa. También se ofrece,
en las mismas condiciones, al personal sanitario, a los familiares y a los
cuidadores. Además, se ofrece indulgencia a todos aquellos que, con ocasión de
esta pandemia, rezan para que se detenga, rezan por los que sufren y por
aquellos a los que el Señor ha llamado a sí.
- ¿Cuáles son las
condiciones para recibir el don de la indulgencia?
Son
muy simples. Se pide a los enfermos y a sus cuidadores que se unan
espiritualmente, siempre que sea posible, a través de los medios de
comunicación, a la celebración de la misa o al rezo del Rosario o del Vía
Crucis u otras formas de devoción. Si esto no es posible, se les pide que
reciten el Credo, el Padre Nuestro y una invocación a María. Todos los demás,
los que ofrecen oraciones por las almas de los muertos, por los que sufren, e
invocan el fin de la pandemia, se les pide, cuando es posible, que visiten el
Santísimo Sacramento o la adoración eucarística. O, de nuevo, la lectura de las
Sagradas Escrituras durante al menos media hora, o el rezo del Rosario o del
Vía Crucis. Como es evidente para todos, la recitación de oraciones y la
lectura de la Biblia se puede hacer sin moverse de casa y, por ende, en pleno
cumplimiento de las normas para contrarrestar la propagación del contagio.
- ¿Y quién está a punto de
morir?
Los
que están a punto de morir y no pueden recibir la Unción de los Enfermos, ni
confesarse ni comulgar, son confiados a la Divina Misericordia. A cada uno de
ellos se les concede una indulgencia plenaria, siempre que estén debidamente
dispuestos y hayan recitado habitualmente alguna oración durante su vida. Como
se puede ver, un gran manto de misericordia se extiende sobre todos aquellos
que desean recibirlo.
- El decreto de la
Penitenciaría siempre habla de los pacientes con coronavirus. ¿Significa eso
que no se ofrece indulgencia a otros enfermos?
Recordemos
siempre el bien de las almas: el decreto presenta medidas extraordinarias
debido a la emergencia general que estamos experimentando. Se extiende a todos
los enfermos, porque todos los enfermos de los hospitales de hoy en día están
experimentando las consecuencias de la emergencia de la pandemia de una manera
u otra.
- Hablemos del sacramento
de la confesión. ¿Son posibles otras formas que la individual, cara a cara con
el sacerdote?
La
absolución colectiva, sin confesión individual, siempre puede darse en peligro
inminente de muerte, o en caso -dice el Código de Derecho Canónico- de
"grave necesidad". Como Penitenciaría Apostólica hemos dejado claro
que, especialmente en los lugares más afectados por el contagio y hasta que el
fenómeno haya vuelto, los casos de grave necesidad se repiten. Y así los obispos
diocesanos, por el bien de las almas, pueden tomar decisiones en este sentido,
como pueden hacerlo en casos de necesidad repentina de los sacerdotes,
advirtiendo a su obispo o informándole lo antes posible después de administrar
el sacramento. Se puede pensar en absoluciones colectivas a las puertas de los
pabellones de los hospitales donde los fieles infectados corren peligro de
muerte, implicándolos en la medida de lo posible.
- ¿Qué puede decir sobre
la confesión individual?
Recomendamos
que, cuando ocurra, se celebre siempre respetando plenamente las normas para
contener el contagio y, por lo tanto, a la debida distancia con el uso de
máscaras, obviamente siempre preservando el secreto sacramental. Pero quisiera
recordar aquí, como lo hizo el Santo Padre en su homilía en la misa de Santa
Marta el viernes 20 de marzo, la importancia del acto de contrición cuando uno
no puede confesarse. Es una posibilidad mencionada en el Catecismo de la
Iglesia Católica: el examen de conciencia y la recitación del Acto de dolor,
una verdadera contrición acompañada de la intención de no pecar más y de ir al
confesionario tan pronto como sea posible, son agradables a Dios, nos
reconcilian con Él y obtienen el perdón de los pecados.
Andrea
Tornielli - Ciudad del Vaticano
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