Esta joven sevillana lleva dos años luchando contra un
cáncer de médula, una enfermedad que ve como una oportunidad de hacer llegar a
otros su testimonio
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Foto cedida por Belén Domínguez |
La Fundación Universitaria San Pablo CEU ha reconocido
con el Premio CEU Ángel Herrera en la categoría de Valores e Influencia en
Redes Sociales a las jóvenes Carlota Valenzuela, que contó en internet su experiencia
peregrinando a pie desde Finisterre a Jerusalén, y a Belén Domínguez. Esta
última ofrece desde Instagram los detalles de
su lucha contra la enfermedad, porque «me encanta contar ni testimonio y
decir que tengo a Dios conmigo y me ayuda mucho en mi día a día». El galardón
se entregará el 20 de enero, en una ceremonia en la que se rendirá homenaje a
los premiados en todas las categorías.
¿Cómo empezó su historia con la enfermedad?
Hace dos años empecé a notar una contractura en el cuello y en la espalda. Como
siempre he sido muy deportista lo achaqué al deporte, pero el dolor persistía y
fui al médico. Me hicieron una resonancia y encontraron un glioma difuso de la
línea media de la médula en grado 4, el más avanzado que hay. Me tuvieron que
operar de urgencia y desde entonces estoy entrando y saliendo del hospital.
Ahora llevo un año ingresada sin salir de la cama en el Ramón y Cajal.
Cuando salió de esa prueba y le dieron el resultado, ¿qué pensó?
Lo acepté desde el principio. Ni me quejé ni me agobié. Dios nos estaba ayudando
ahí. Acogimos la noticia con mucha aceptación, no nos asustamos. Decidimos
mirar hacia delante.
¿Por qué usa el plural?
Porque hablo de mí y también de mis padres y de Emilio, mi prometido. Estamos
viviendo esto juntos, muy unidos. Es muy importante sentirse arropada. No sé
qué habría hecho sin ellos, somos un equipo.
Habla de Dios. ¿Ha cambiado en algo su fe antes y después de la
enfermedad?
Antes era muy normalita. Iba a Misa los domingos y rezaba cuando me acordaba.
Ahora escucho la Eucaristía diaria por la radio desde mi habitación y recibo la
Comunión todos los días gracias a los capellanes del hospital.
¿Cómo es su relación con ellos?
Hay seis y hacen guardias de 24 horas. Es un gustazo y un lujo tenerlos cerca.
Nos traen a Dios a la habitación todos los días y, además, nos hacen mucha
compañía. Hablamos de todo, me desahogo con ellos si lo necesito. Son mi apoyo
psicológico en momentos de debilidad, porque mi enfermedad es muy dolorosa.
Aunque la estamos viviendo con mucha alegría, si estoy mal porque me duele
mucho les llamo y les cuento.
Háblenos de Emilio. ¿Cómo llevan su noviazgo?
Ya éramos novios antes del diagnóstico. No nos hemos podido casar todavía, que
es nuestra intención, pero estamos más unidos que nunca en la oración, en la fe
y en el pensamiento; en parte, también gracias a la enfermedad. Vivimos todo
esto con mucha fortaleza y alegría. Alguien me ha dicho que esta situación es
para nosotros como un cursillo prematrimonial brutal [risas]. En cuanto pueda
sentarme en una silla de ruedas nos gustaría bajar a la capilla y casarnos,
formalizar nuestra relación ante Dios. Y luego vendrá todo lo demás…
Tiene 176.000 seguidores en Instagram. ¿Ya usaba esta red social
antes de la enfermedad?
Sí, pero para colgar fotos y contactar con amigos. No es lo de ahora.
¿Por qué decidió entonces difundir sus experiencias?
Al principio empezó a haber mucha gente que se interesaba por mí y quería saber
cómo estaba. Como no podía hablar con cada uno, grabé un vídeo y lo colgué. Se
hizo viral y me dije que por qué no subir mi testimonio. A partir de ahí todo
se disparó. Empecé a contar cómo iba viviendo mi enfermedad, cómo nos ayudaba
la fe y cómo Dios nos está cuidando.
¿Qué reacciones le han llegado?
Es increíble, porque hasta viene gente a mi habitación a contarme cómo están e
incluso a pedirme consejos [risas]. Dios me usa como instrumento para eso y a
mi familia también.
¡Es que la vida es bonita! Ahí recojo nuestras vivencias en el hospital. Se
está difundiendo mucho y estamos supercontentos. Está sirviendo de apoyo a
gente que a lo mejor está pasando por una situación complicada. Con eso solo ya
habría merecido la pena.
Juan
Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega