LA AYUDA DE
LOS ÁNGELES CUSTODIOS
II. Ayudas que pueden
prestarnos.
III. Amistad y devoción a
los ángeles custodios.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su
palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe
lo que necesitáis antes de pedírselo.
Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro
que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu
Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy;
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros
perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre
perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,7-15).
I. San Mateo termina la
narración de las tentaciones de nuestro Señor con este versículo: Entonces lo
dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían (Mateo 4, 11). Es doctrina
común que todos los hombres, bautizados o no, tienen su Ángel Custodio.
Su
misión comienza en el momento de la concepción de cada hombre y se prolonga
hasta el momento de su muerte. San Juan Crisóstomo afirma que todos los ángeles
custodios concurrirán al juicio universal para “dar testimonio ellos mismos del
ministerio que ejercieron por orden de Dios para la salvación de cada hombre”
(Catena Aurea).
En
los Hechos de los Apóstoles encontramos numerosos pasajes en que se manifiesta
la intervención de estos santos ángeles, y también la confianza con que eran
tratados por los primeros cristianos (5, 19-20; 8, 26; 10, 3-6). Nosotros hemos
de tratarles con la misma confianza, y nos asombraremos muchas veces del
auxilio que nos prestan, para vencer en la lucha contra los enemigos.
II. Los ángeles custodios
tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar su fin sobrenatural, por lo
tanto, los auxilian contra todas las tentaciones y peligros, y traen a su
corazón buenas inspiraciones. Son nuestros intercesores, nuestros custodios, y
nos prestan su ayuda cuando los invocamos. Nuestro Ángel Custodio nos puede
prestar también ayudas materiales, si son convenientes para nuestro fin
sobrenatural o para el de los demás.
No
tengamos reparo en pedirle su favor en las pequeñas cosas materiales que
necesitamos cada día, como por ejemplo, encontrar estacionamiento para el
coche. Especialmente pueden colaborar con nosotros en el trato de las personas
que nos rodean y en el apostolado. Hemos de tratarle como a un entrañable
amigo; él siempre está en vela y dispuesto a prestarnos su concurso, si se lo
pedimos. Y al final de la vida, nuestro Ángel nos acompañará ante el tribunal
de Dios.
III. Para que nuestro Ángel
nos preste su ayuda es necesario darle a conocer, de alguna manera, nuestras
intenciones y deseos, puesto que no puede leer el interior de la conciencia
como Dios. Basta con que le hablemos mentalmente para que nos entienda, o
incluso para que llegue a deducir lo que no somos capaces de expresar.
Por eso
debemos tener un trato de amistad con él; y tenerle veneración, puesto que a la
vez que está con nosotros, está siempre en la presencia de Dios. Hoy le pedimos
a la Virgen, Regina Angelorum, que nos enseñe a tratar a nuestro Ángel,
particularmente en esta Cuaresma.
Textos
basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente:
Almudi.org