DESPRENDIMIENTO
II. Desasimiento
y generosidad. Algunos ejemplos.
III. Desprendimiento
de lo superfluo y de lo necesario, de la salud, de los dones que Dios nos ha
dado, de lo que tenemos y usamos...
“En aquel tiempo, Jesús
dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y
celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que,
echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía
de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre
tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que
moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy
atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste
tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él
es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone
un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no
puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.
Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’»” (Lucas 16,19-31).
I. El Señor desea que nos
ocupemos de las cosas de la tierra, y las amemos correctamente: Poseed y
dominad la tierra (Génesis 1, 28). Pero una persona que ame “desordenadamente”
las cosas de la tierra no deja lugar en su alma para el amor a Dios. Son
incompatibles el “apegamiento” a los bienes y querer al Señor: No podéis servir
a Dios y a las riquezas (Mateo 6, 24). Las cosas pueden convertirse en atadura
que impida alcanzar a Cristo. Y si no llegamos hasta Él, ¿para qué sirve
nuestra vida?
Los
bienes materiales son buenos porque son de Dios, pero solamente somos
administradores de esos bienes durante un tiempo, por un plazo corto. Todo nos
debe servir para amar a Dios –Creador y Padre- y a los demás. Si nos apegamos a
las cosas, si no hacemos actos de desprendimiento efectivo de los bienes, éstos
se convierten en males. Un ídolo ocupa entonces el lugar que sólo Dios debe
ocupar.
II. El egoísmo y
aburguesamiento impiden ver las necesidades ajenas. Entonces, se trata a las
personas como cosas... como cosas sin valor. Con el ejercicio que hagamos de
los bienes, muchos o pocos, nos ganamos la vida eterna. Este es tiempo de
merecer. Siendo generosos, tratando a los demás como a hijos de Dios, somos
felices aquí en la tierra y más tarde en la otra vida.
El
desasimiento de los bienes ha de ser efectivo, que no se consigue sin
sacrificio; natural, discreto y positivo; es también interno, que afecta a los
deseos; actual, porque requiere examinarse con frecuencia; y finalmente alegre,
porque tenemos los ojos puestos en Cristo, bien incomparable, y porque no es
una mera privación, sino riqueza espiritual, dominio de las cosas y plenitud.
III. El desprendimiento nace
del amor a Cristo y, a la vez, hace posible que crezca y viva este amor. Dios
no habita en un alma llena de baratijas. Por eso es necesaria una firme labor
de vigilancia y limpieza interior. El desprendimiento necesario para seguir de
cerca al Señor incluye, además de los bienes materiales, el desprendimiento de
nosotros mismos: de la salud, de lo que piensan los demás de nosotros, de las
ambiciones nobles, de los triunfos y los éxitos profesionales.
Los
cristianos deben poseer las cosas como si nada poseyesen (1 Corintios 7, 30).
Nuestro corazón también para Dios, porque para Él ha sido hecho, y sólo en Él
colmará sus ansias de felicidad y de infinito. Todos los amores limpios y
nobles se ordenan y se alimentan en este gran Amor: Jesucristo Señor Nuestro.
¡Corazón dulcísimo de María, guarda nuestro corazón y prepárale un camino
seguro!
Textos basados en ideas
de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org
