Aplicando el espíritu de penitencia tal como recomienda la
Iglesia, la experiencia del coronavirus tendrá un sentido renovador en nuestras
vidas
By Bruce Stanfield|Shutterstock
El coronavirus es un suceso inesperado
en nuestras vidas. Nadie imaginaba las consecuencias que iba a tener en el
desarrollo normal de nuestras actividades, pero es tan real como que en algunos
países y áreas ya se viven medidas tan drásticas como el aislamiento, la
cuarentena, la limitación de viajes y reuniones o la saturación de hospitales.
Estamos
en plena Cuaresma y esto nos puede ayudar a vivir
el coronavirus con un sentido cristiano. ¿Por qué no encajar el
coronavirus con la Cuaresma entendida como conversión y acercamiento a Dios?
La
Cuaresma nos propone un tiempo para vivir el espíritu de
penitencia y ahí está el coronavirus poniéndonoslo en
bandeja.
Libertad
de decidir qué hago ante el coronavirus
El coronavirus es algo que nos
viene dado, pero cada uno puede hacer de esta etapa lo que quiera: unos días de
queja estéril y mal humor, o un período de crecimiento personal y de
acercamiento a Dios.
La
Iglesia propone tres aspectos para vivir el espíritu de penitencia propio
de la Cuaresma: la oración, el ayuno y la limosna.
ORACIÓN
El coronavirus nos puede ayudar
a levantar la mirada al cielo, a recordar que somos vulnerables.
Con facilidad olvidamos que estamos en las manos de Dios.
Ahora que olemos la posibilidad de caer enfermos o que tememos por la salud de
nuestros seres más queridos, sabemos que Dios está siempre con nosotros y
cultivamos la esperanza.
La Providencia es
eso: el
cuidado amoroso que Dios tiene de los seres creados. Aunque
nosotros nos hayamos olvidado de él, él sigue rigiendo nuestros destinos. Y
espera de nosotros una respuesta amorosa.
¿Hemos
incluido a Dios en nuestras conversaciones sobre el
coronavirus? ¿O nos hemos olvidado de Él y estos días asistimos estupefactos a
la sucesión de las noticias? Es momento de reaccionar, ser proactivos y dibujar
el mapa entero de nuestra existencia: en nuestra selfie diaria tiene que
aparecer Dios.
Si
estás en aislamiento o en cuarentena, o se ha reducido considerablemente tu
vida social, ¿por qué no organizar un encuentro personal con Dios en la
oración? Queda con Él para hablar de tu vida, de tu situación,
de tus preocupaciones. Puedes hacerlo en tu habitación o en cualquier lugar de
la casa donde puedas tener un momento de recogimiento. Toma el Evangelio. Reza
las oraciones que conoces, lee un libro de espiritualidad.
Si
tenemos dificultad para recibir los sacramentos, vamos
a “crecer para adentro” repitiendo la comunión espiritual (en la que decimos a
Jesús que deseamos recibirlo) y vamos a hacer actos de contrición.
El
coronavirus puede ser, además, una ocasión propicia para rezar
en familia, quizá como nunca podemos hacer: el rosario,
el Ángelus a
la 12 del mediodía… Eso nos mantiene en presencia de Dios.
AYUNO
El coronavirus comporta un cambio
de planes. No podemos viajar, se limitan los desplazamientos,
se cierran las escuelas y los comercios… Seguro que cada uno de nosotros sabe
en qué cosas esto supondrá un sacrificio, una forma de ayuno. Y la nota propia
del cristiano es la alegría, incluso en medio del dolor, de la incomodidad y la
preocupación.
Vivir
estos inconvenientes con sentido cristiano es ver en ellos la posibilidad de
ser como Cristo: vivimos este sacrificio unidos a Jesús, que murió en la Cruz por
amor.
Tal vez tengas que reorganizar tu
trabajo en casa, habrá un montón de pequeños sacrificios que ofrecer a Dios en
la vida ordinaria.
Este sentido cristiano del
sacrificio nos hace comprender que tiene sentido, por ejemplo, no salir de casa
si es por evitar el contagio masivo. Es un modo de vivir la solidaridad y
de salir del egoísmo: hay que pensar en los demás y en su bien.
Seguramente
habrá que reorganizar el plan de vida personal y
ajustarlo a lo que más convenga a la familia y a los vecinos. Habrá que obedecer
a las autoridades sanitarias y políticas. Obedecer, sí, ¡con lo
que nos cuesta a los de mentalidad latina!
Prepárate
a vivir
el sacrificio en casa. Será en cosas pequeñas pero
esenciales para la convivencia: detalles de servicio, adelantarse a los que
necesiten los demás, roces de carácter, choques por el nerviosismo de estar en
casa y no poder salir, gestión de los niños, problemas laborales, no levantar
la voz, paciencia, comprensión…
LIMOSNA
El espíritu de penitencia se
manifiesta en darnos y dar de lo nuestro.
Para
un cristiano, la preocupación social es una manifestación de sentirnos
parte de la familia de Dios: no olvidamos a nadie. Por eso
sacrificarnos pensando en la salud de las personas que corren más riesgo es un
deber que cumpliremos gustosamente.
Los
días de esta Cuaresma del coronavirus puedes proponer un ahorro
familiar y darlo a los pobres, a la Iglesia.
Cáritas necesitará más que nunca salir en ayuda de personas
que van a quedarse sin trabajo a causa del coronavirus
(desde trabajadores eventuales de colegios hasta conductores de transporte
escolar pasando por dependientes de comercio).
Podéis calcular
cuánto ahorras (cuánto quieres ahorrar) y hacer
bote: el transporte, la gasolina, las actividades extraescolares…
Los niños
y adolescentes pueden ser muy conscientes de que participan en
la limosna con sus pequeños ahorrillos.
Recuerda
que también por internet puedes dar limosna.
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LO HUMANO Y DIVINO
Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. (Génesis, 1,26-27)