La fraternidad
cristiana había hecho cuajar la fórmula: los hermanos
Un breve artículo de Carlo
Carletti en L´Osservatore Romano abordaba un aspecto
concreto de la construcción de la identidad cristiana en los primeros
tiempos: la forma en que los miembros de la nueva comunidad religiosa se
llamaban unos a otros.
Las Sagradas Escrituras nos dicen que "En Antioquía fue
donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos»
(Hch 11, 26)", pero el uso de la palabra Christianus [cristiano] sólo empezó a difundirse en Occidente, y con
mucha lentitud, a partir de la conversión de Constantino, el emperador que
con el edicto de Milán del año 313, edicto que permitió la libertad de culto yen virtud del
cual la religión cristiana comenzó a dejar se ser perseguida y acabó -con el
paso del tiempo- convirtiéndose en la religión del Imperio.
Antes de esa fecha, la fraternidad cristiana no sólo como virtud, sino también como forma de vida, había hecho cuajar la fórmula "los hermanos" para referirse a los demás miembros de la Iglesia. Así se plasma, por ejemplo, en diversas inscripciones funerarias, donde el deseo de autor representación evidencia este hecho.
Tres lápidas...
Carletti se fija por ejemplo en una lápida en torno a al año
220, que se expone en el Museo Nacional de Roma, donde Alejandro, el
padre del difunto (Marco), ambos siervos, se dirige en primera persona a quienes
lean la lápida: "Os pido, buenos hermanos en el nombre del Dios único, que tras mi
muerte nadie dañe esta tumba". Dado que la lápida no estaba en una
catacumba, sino en un cementerio donde había tumbas cristianas y paganas, la
expresión "hermanos" adquiere un valor identificativo.
Lo mismo pasa con el que se considera el primer elogio
funerario latino de la comunidad cristiana de Roma, en torno al año 270. Se
conserva en una de las zonas más antiguas del cementerio de Priscila. Son
también unos padres que entierran a su hija Ágape, de catorce años,
quien al final de los hexámetros se dirige a ellos: "Eucaris, madre
mía, y Pío, padre mío, os pido, hermanos, que cuando vengáis aquí a rezar y en todas vuestras
oraciones invoquéis al Padre y al Hijo y os acordéis de vuestra querida Ágape,
para que Dios Omnipotente la conserve en la eternidad". De nuevo la
expresión "hermanos", referida imaginariamente a los padres, alude a
su condición de cristianos.
No cerca de la tumba de Ágape está la de Leoncio, unos veinte
años anterior, donde sus amigos le despiden así: "Leoncio, paz te desean
los hermanos. Adiós".
...y dos referencias
Este hecho notorio de que los cristianos, antes de existir
este nombre, se llamasen "hermanos", sorprendía a los paganos, como
recoge Minucio Félix en su imaginario diálogo Octavius: "Se aman casi antes de conocerse... y se llaman sin
distinción hermanos y hermanas".
Y un siglo después Lactancio explica: "No
hay otra razón para llamarnos hermanos que el hecho de que nos consideramos todos iguales.
Esclavos y libres, grandes y pequeños son iguales entre sí y ante
Dios se distinguen sólo por la virtud".
La hermandad como identidad, y la identidad en Cristo: dos denominaciones
sucesivas, pues, y un mismo principio que ya latía en los siglos de
los mártires.
Por: Primeros Cristianos
Fuente: primeroscristianos.com