En su homilía de la misa celebrada ayer mañana en la Casa de Santa Marta el
Papa Francisco exhortó a prestar atención a la "caída con anestesia"
cuando poco a poco se pierde la fidelidad a Dios
Dejarse deslizar lentamente en el pecado,
relativizando las cosas y entrando "en negociación" con los dioses
del dinero, de la vanidad y del orgullo. Es cuanto advirtió Francisco ante lo
que él mismo definió como una "caída con anestesia". Y lo hizo ayer mañana en su homilía de la misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa
Marta, en que reflexionó sobre la historia del Rey Salomón.
El Papa destacó que la Primera Lectura de la liturgia
de hoy (1 Reyes 11, 4-13) relata "la apostasía”, por
decirlo de alguna manera, de Salomón", que no fue fiel al Señor. Cuando
era anciano, sus mujeres, en efecto, hicieron que su corazón "se desviara”
para seguir a otros dioses. Al principio fue un "buen muchacho", que
sólo pedía sabiduría al Señor. Y Dios lo hizo sabio, hasta el punto de que los
jueces se le acercaron, y también la Reina de Saba, de África, con regalos,
porque había oído hablar de su sabiduría. "Se ve que esta mujer era un
poco filósofa y le hizo preguntas difíciles" – dijo el Papa – señalando
que "Salomón salió victorioso de aquellas preguntas", porque sabía
cómo responderlas.
La lenta
apostasía
En aquella época – prosiguió diciendo el Papa – se
podía tener más de una esposa, lo que no significa – explicó – que fuera lícito
ser "mujeriego". El corazón de Salomón, sin embargo, se debilitó, no
porque se hubiera casado con estas mujeres – él podía hacerlo – sino porque las
había elegido de otro pueblo, con otros dioses. Y Salomón, por lo tanto, cayó
en la "trampa" y dejó que sucediera cuando una de sus esposas le
decía que fuera a adorar a Camos o a Moloc. Y así lo hizo con todas sus mujeres
extranjeras que ofrecían sacrificios a sus dioses. En una palabra,
"permitió todo y dejó de adorar al único Dios". Con un corazón
debilitado por su excesivo afecto a las mujeres, "el paganismo entró en su
vida". Y Francisco enfatizó que aquel muchacho sabio que había rezado bien
pidiendo la sabiduría, cayó hasta el punto de ser rechazado por el Señor.
"No fue una apostasía de un día para otro, fue
una apostasía lenta" – explicó el Santo Padre – y agregó que también el
rey David, su padre, de hecho, había pecado – de manera fuerte al menos dos
veces – pero inmediatamente se arrepintió y pidió perdón. De modo que había
permanecido fiel al Señor que lo protegió hasta el final. David lloró por ese
pecado y por la muerte de su hijo Absalón y cuando, antes, huía de él, se
humilló pensando en su pecado, cuando la gente lo insultaba. "Era santo.
Salomón no es santo", afirmó Francisco. El Señor le había dado muchos
dones pero había desperdiciado todo porque había dejado que su corazón se
debilitara. No se trata – señaló el Papa – del "pecado de antaño",
sino del "deslizamiento".
Las mujeres hicieron que su corazón se desviara y el
Señor se lo reprocha: "Has desviado el corazón". Y esto sucede en
nuestra vida. Ninguno de nosotros es un criminal, ninguno de nosotros comete
grandes pecados como había hecho David con la esposa de Urías, ninguno. ¿Pero
dónde está el peligro? Dejarse deslizar lentamente porque es una caída con
anestesia, no te das cuenta, pero lentamente se resbala, se relativizan las
cosas y se pierde la fidelidad a Dios. Estas mujeres eran de otros pueblos,
tenían otros dioses, y cuántas veces nosotros olvidamos al Señor y entramos en
negociaciones con otros dioses: el dinero, la vanidad, el orgullo. Pero esto se
hace lentamente y si no está la gracia de Dios, se pierde todo.
Atención a la
mundanidad, no se puede estar bien con Dios y con el diablo
Nuevamente el Papa se refirió al Salmo 105 (106) para
subrayar que este mezclarse con la gente y aprender a actuar como ella
significa volverse mundanos, paganos:
Y para nosotros este lento deslizamiento en la vida es
hacia la mundanidad, éste es el pecado grave: "Todos lo hacen, pero sí, no
hay ningún problema, sí, no es realmente lo ideal, pero...". Estas
palabras que nos justifican al precio de perder la fidelidad en el único Dios.
Son los ídolos modernos. Pensemos en este pecado de la mundanidad. De perder la
autenticidad del Evangelio. Lo genuino de la Palabra de Dios, de perder el amor
de este Dios que dio su vida por nosotros. No se puede estar bien con Dios y
con el diablo. Esto lo decimos todos nosotros cuando hablamos de una persona
que es un poco así: "Está bien con Dios y con el diablo". Perdió su
fidelidad.
El amor de Dios
nos detendrá
Y en la práctica – dijo también el Santo Padre –
significa no ser fiel "ni a Dios ni al diablo". En conclusión, el
Papa exhortó a pedir al Señor la gracia de detenernos cuando entendemos que el
corazón comienza a resbalar:
Pensemos en este pecado de Salomón, pensemos en cómo
cayó el sabio Salomón, bendecido por el Señor, con toda la herencia de su padre
David, cómo cayó lentamente, anestesiado, hacia esta idolatría, hacia esta
mundanidad y se le quitó el reino. Pidamos al Señor la gracia de comprender
cuándo nuestro corazón comienza a debilitarse y a resbalar, para detenernos.
Será su gracia y su amor lo que nos detenga si nosotros así lo rezamos.
Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
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