De esta
manera, quiere unirse al pedido de unidad de los argentinos
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JUAN VARGAS | AFP |
El Papa Francisco ha querido unirse a la oración
por la unidad de los argentinos, y envió para que quede expuesto y en custodia
en la Basílica de Luján el cáliz con el que el 8 de diciembre se celebró la
Misa por la Unidad y la Paz. Éste le había sido regalado por la Primera Dama
Fabiola Yáñez, que acompañó en esa Eucaristía al entonces presidente electo
Alberto Fernández y al saliente, Mauricio Macri.
Tras meses de
confrontaciones y un par de días antes del traspaso de mando, fue aquella una
jornada inédita para la vida pública reciente, en la cual para rezar ante la
Madre y pedir por la Patria se dejaron de lado las diferencias que han ido
produciendo la denominada “grieta”.
La pelea, pronunció entonces el Arzobispo
de Luján monseñor Jorge Eduardo Sheinig, es la que “tenemos que dar todos para
ser un pueblo unido”.
El cáliz fue
regalado al Papa unos pocos días después de la Misa, y tras la asunción de
Fernández, aprovechando el viaje de Yáñez con motivo de una reunión con otras
Primeras Damas en la Santa Sede.
Unas semanas
después, el a principios de enero, Francisco se lo entregó al presidente de la
Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea, para que como ofrenda suya pueda
ser expuesto de manera permanente en el Santuario mariano recordando el anhelo
común de la unidad y fraternidad.
El mensaje de Bergoglio, 15 años después
La confianza en la Virgen María como
garante de la unidad argentina no es nueva para el ex Arzobispo de Buenos
Aires. Cuando residía en Buenos Aires solía pedir rezarle a ella para que “su
fuerza y cariño nos hagan más hermanos”, como rezó en una ocasión.
En 2004, incluso predicó al término de la 30 Peregrinación Juvenil Anual al
Santuario una homilía dedicada justamente al anhelo argentino de “ser un solo
pueblo”, siguiendo el lema escogido para ese año, en palabras que parecen
oportunas para hoy.
“Hoy venimos
a decirle a la Madre que queremos ser un solo pueblo; que no queremos pelearnos
entre nosotros; que nos defienda de los que quieren dividirnos. Que queremos
ser familia y que para eso no necesitamos de ninguna ideología revanchista que
pretenda redimirnos. Nos basta su cariño de Madre, a Ella le pedimos, ‘Madre
queremos ser un solo pueblo’.”
En la misma
línea, 15 años después, monseñor Sheinig consideró ante todo el arco político
que “si
alguien o algunos viven tomados por el resentimiento y el odio, corremos el
riesgo de estar siendo funcionales a intereses que ciertamente no buscan el
Bien Común de la Nación y estaremos arriesgando gravemente el futuro de las
siguientes generaciones”.
Los desafíos
de la Argentina se cuentan por doquier. Inflación e incertidumbre económica que
golpea sin distinción política, violencia en las calles e inseguridad que
arremete contra los inocentes como el dolor por la muerte de Fernando Báez,
fallecidos por desnutrición en situaciones de olvido en el norte argentino pese
a la infatigable labor de ONGs que en silencio y durante años evitan que éstas
sean más frecuentes, entre distintos males que se denuncian y se perciben en
los medios de comunicación.
En esa misma
homilía de 2004, el entonces Arzobispo Bergoglio decía: “Sabemos
que María después de la cruz cargó el cuerpo de Jesús. Es
un momento triste y sagrado que al recordarlo nos da esperanza, porque es el
cariño grande de nuestra querida Madre. Aquí está la grandeza de Dios.
En los
momentos donde todo parece que se va a perder, que todo se viene abajo, Dios
manifiesta el amor en su mayor grandeza, el que nos hace fuertes. Es el amor
que hoy nos llevamos en el corazón, es la bendición que nos llena y hace que
nosotros también carguemos con tantos hermanos nuestros que, a la vuelta de
esta visita, seguramente tendremos que levantar”.
Francisco
sabe, porque lo ha vivido y predicado siempre, que peregrinar a la casa de
María en Luján no deja indiferente a los argentinos, que los desafíos tras cada
peregrinación son inmensos, pero que por más imposible que parezcan, con su
fuerza y ternura, son posibles.
“Aquí dejamos
lo que nos cuesta cargar solos todos los días. Llevemos en nuestros corazones
el gozo de haber estado cerca de la que quiso quedarse para protegernos. Y con
mucha fe digamos juntos: ‘Madre ayúdanos, queremos ser un solo Pueblo’”,
cerraba en aquella ocasión.
15 años
después, ya como Sumo Pontífice, sigue pidiendo que la unidad argentina
necesaria para sanar múltiples heridas, que acogen sin mirar ideologías, se
celebre en el mismo lugar, en la casa común de los argentinos, en el Santuario
de Luján.
Esteban Pittaro
Fuente: Aleteia