Estamos siempre atentos a
las necesidades de nuestro cuerpo, especialmente cuando estamos enfermos o
sufriendo. ¿Qué pasa con nuestra alma?
¿Cuántos
de nosotros podríamos pasar una semana sin bañarnos?
Si
tu hija pequeña toma veneno accidentalmente, llamas a los paramédicos y la
llevas a la sala de emergencia para que le hagan un lavado de estómago. ¡Hasta
una mugre del ojo la sacamos al instante!
Estamos
siempre atentos a las necesidades de nuestro cuerpo, especialmente cuando
estamos enfermos o sufriendo, pero ¿qué pasa con nuestra alma?
¿Atendemos
de igual modo a nuestra alma?
¿Cuántas
personas cometen pecado mortal (o muchos pecados mortales) y no hacen nada para
remover esta enfermedad espiritual? El pecado mortal mata la vida de
gracia en nuestra alma. ¡San Juan Pablo II lo llamaba: suicidio moral!
Las dos
peores cosas que podrían venir sobre nosotros es (1) COMETER PECADO
MORTAL pero hay algo peor que cometer un pecado mortal y es (2) MORIR
EN ESTADO DE PECADO MORTAL ¡Si esto pasa perdemos nuestra alma inmortal
para el resto de la eternidad!
El
pecado de la presunción
Aquellos
que cometen pecados mortales y posponen, aplazan, RETRASAN a propósito el
arrepentimiento, la conversión, y la confesión están cometiendo otro
pecado, el pecado de la presunción.
Presunción
significa que presumimos en la gracia de Dios, que Él es tan amoroso y
misericordioso y paciente que Él siempre nos dará muchos más chances y que esperará
por nosotros para siempre ¡Error!
No
sabemos ni el día ni la hora en la que el Señor tocará la puerta de
nuestros corazones y nos pedirá cuentas de nuestras vidas. El vendrá a juzgar a
los vivos y a los muertos. Vendrá como un ladrón en la mitad de la noche; ¡en
el momento que menos lo esperamos!
Si
estamos en pecado mortal, NUNCA deberíamos posponer la conversión, debemos
voltear nuestra mirada al Señor, arrepentirnos, confiar en Su infinita
misericordia, confesarnos, volver al estado de gracia, luchar con toda la
fuerza de nuestro corazón para ser fieles al Señor y cuidar nuestra alma
de los tres enemigos: ¡el mundo, la carne y el demonio!
Volvamos
a María, Madre de la Misericordia, para que nos ayude a combatir el pecado, a
valorar el vivir en estado de gracia y la esperanza en el cielo. María,
Madre de Dios, ¡ruega por nosotros!
Adaptación
y traducción al español por Alejandra Pertuz
Fuente:
Píldoras de fe