¿Me
das un rosario?
Hola,
buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
sábado tuvimos una vista de familias con niños, así que, cuando llegué al
locutorio, me encontré pegado a la reja un montón de ellos.
Lo
primero que hicimos fue presentarnos y, nada más acabar, un niño llamado
Felipe, de 7 años, se me queda mirando y me dice:
-¿Me puedes dar un rosario?
-¿Me puedes dar un rosario?
Yo
creía no haberle entendido bien, y le volví a preguntar, pero me contestó lo
mismo. Como nunca antes un niño tan pequeño me había abordado de esta manera,
pidiéndome un rosario, creía haber escuchado mal, así que le volví a preguntar
por tercera vez. Felipe, con toda confianza, me contestó:
-¿Me puedes dar un rosario?
-¿Me puedes dar un rosario?
Le
contesté que por supuesto, que subía a por uno para él. Le pregunté que si
sabía rezarlo, a lo cual me contestó que sí, y que lo rezaba por su abuela,
porque estaba malita.
Me
impresionó la sencillez, la naturalidad, la espontaneidad... pero, sobre todo,
la confianza con que me lo pidió. Por ello, ni me lo pensé, y me fui a por
rosarios. No solo para él, sino para todos.
Entendí
lo que tantas veces leo en el evangelio de Jesús, que decía a sus discípulos
que dejaran que los niños se acercasen a Él, que el Reino de los Cielos es de
los niños, y que tenemos que volver a ser como niños. Con esta sencillez,
confianza...
En
la oración le pedía al Señor un corazón de niña, que pueda vivir en esta
confianza; porque hay veces que tengo que decir algo y, antes de hablar, lo doy
mil vueltas y, claro, lo mareo tanto, que, cuando lo digo, ni me explico: con
el exceso de darlo vueltas lo único que consigo es marearlo y enredarlo más.
Pero,
cuando expongo con sencillez lo que tengo en el corazón, ¡qué diferente es
todo! Me daba cuenta de cómo en la vida, con nuestra historia, nos hacemos
mayores. Empiezas a racionalizar todo, y el corazón pasa a un segundo lugar. Y,
por lo tanto, la confianza en los que tienes a tu lado disminuye.
Sin
embargo, el Señor hace nuevas todas las cosas. Si tú quieres, Él te quiere
regalar un corazón nuevo, donde reine la confianza, el amor, la sencillez...
solo necesita que le acojas en tu vida, y Él empezará a obrar maravillas.
Hoy
el reto del amor es acoger a Cristo en tu vida y pedirle un corazón nuevo en
aquello que sabes que te falta, que has perdido por el camino. Y después, con
sencillez, habla aquello que llevas mucho tiempo dándole vueltas. Comparte con
sencillez y cariño lo que te hace sufrir. La carga compartida es la mitad de
carga.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma