Algunas reflexiones sobre
la tendencia natural a disimular el interior y el exterior
En
la actualidad mencionamos la palabra “pudor” y lo primero que viene a la cabeza
es una mujer vestida de falda larga, cubierta hasta el cuello con una blusa
cerrada, el cabello recogido y sin nada de maquillaje.
La imagen de una chica fuera de la moda, poco atractiva y poco popular, según algunas personas.
Otra imagen es la de una pareja de enamorados que no se pueden besar en público, o que no se pueden dar ni un abrazo porque se falta al pudor, ¡Qué retrogrado! Pueden exclamar. Pero, ¿cuánto de eso es cierto? ¿Eso es el pudor? ¿El pudor es algo antiguo, ya caduco?
La imagen de una chica fuera de la moda, poco atractiva y poco popular, según algunas personas.
Otra imagen es la de una pareja de enamorados que no se pueden besar en público, o que no se pueden dar ni un abrazo porque se falta al pudor, ¡Qué retrogrado! Pueden exclamar. Pero, ¿cuánto de eso es cierto? ¿Eso es el pudor? ¿El pudor es algo antiguo, ya caduco?
Para
comenzar vale la pena mencionar algunas ideas que nos irán llevando a una
definición del pudor. El pudor es una tendencia natural del ser humano de
disimular algo de sí, ya sea interior o exterior.
Es un modo de proteger un valor propio; en este caso específico nos referimos al valor sexual, teniendo como trasfondo que el valor más importante por proteger es el valor de ser persona, con una dignidad profunda y trascendente. El pudor, por la tanto, está ligado al ser personal precisamente porque cada persona humana tiene una interioridad y porque cada persona se pertenece, tiene una libertad que le permite ser auténtica y optar por su propio bien.
Es un modo de proteger un valor propio; en este caso específico nos referimos al valor sexual, teniendo como trasfondo que el valor más importante por proteger es el valor de ser persona, con una dignidad profunda y trascendente. El pudor, por la tanto, está ligado al ser personal precisamente porque cada persona humana tiene una interioridad y porque cada persona se pertenece, tiene una libertad que le permite ser auténtica y optar por su propio bien.
Toda
persona, por esa interioridad, puede trascender y decirse a sí misma: “soy
alguien, tengo un valor y que yo exista, importa”. El pudor sexual en
concreto es una tendencia natural a disimular los valores sexuales para
proteger a la persona de ser reducida a esos valores y defender el amor que
merece vivir. Estos valores son físicos; el cuerpo y sus atributos
sexuales, como interiores; los sentimientos-emociones y valores espirituales.
La
vergüenza y el miedo están tomados de la mano con el pudor. La vergüenza se da
cuando algo íntimo sale a la luz, o sea, algo que está “protegido” en el
interior sale. Da vergüenza porque es algo que solo estaba en la interioridad
de la persona. El miedo acompaña esta experiencia porque, al salir a la luz
algo íntimo ya no está protegido y por ello se percibe la amenaza de que pueda
ser robado, difundido o compartido. La vergüenza es por lo tanto un indicador,
“una alarma”, para el pudor.
El
pudor en la vestimenta es un punto complejo, con variables según la cultura,
las circunstancias y creencias de cada persona. A pesar de esto sí hay una
norma concreta para guiarse al vestir.
La
desnudez no es igual a la falta de pudor, o estar “bien” vestido no es igual a
tener pudor. Estas se asocian al pudor. El pudor es esencial en la medida
en que la persona conserve su valor. Cuando la persona se viste resaltando su
cuerpo, resaltando sus “curvas”, cuando se viste de manera provocativa corre el
riesgo de ser reducida a eso que resalta y no ser valorada como lo que es. En
la actualidad hay una cultura muy erotizada, de modo que esto influye en la
vestimenta de la gente.
En
la medida en ue se toma conciencia de los valores sexuales va creciendo la
experiencia de pudor. Este no se impone por un agente externo, sino que es una
necesidad de la persona. Un niño va creciendo y con ello su experiencia de
ocultar lo que percibe que debe mantenerse en el interior. Un ejemplo cómico es
cuando aprende a ir al baño, ya no quiere estar acompañado, ni con la puerta
abierta, va creciendo y va teniendo pudor. Así mismo pasa con los valores
sexuales.
La
pudicia es la disposición a disimular los valores sexuales, y es algo que varía
entre el hombre y la mujer. Hay una clara distinción entre la psicología
de la mujer y del hombre, nos comportamos muy diferente.
Las
distinciones principales que hace Karol Wojtyla, en su libro “Amor y
Responsabilidad” en referencia al pudor sexual son variadas. Es importante
saber de estas diferencias para poder comprender al sexo contrario, de manera
particular recomienda que las mujeres sepan de la aproximación de los hombres hacia
el pudor.
La
mujer por su cuenta acentúa más la afectividad, o sea, las manifestaciones de
cariño, que la sensualidad. En la afectividad oculta o disimula la sensualidad.
La mujer no tiene tanta conciencia de la sensualidad, por ello es que no percibe
la necesidad de disimular tanto los valores sexuales de su cuerpo.
El
hombre sí es más consiente de la sensualidad, de la propia y de la mujer.
Siente interiormente su sensualidad, la fuerza de los impulsos y sus valores
sexuales físicos cuanto emocionales. La percepción del hombre sobre los
valores sexuales está más ligada al cuerpo y al sexo. El hombre en la
sensualidad oculta su afectividad.
Estos
datos pueden ayudar a las mujeres a disimular con creatividad y belleza los
valores sexuales del cuerpo, de modo que reflejen su valor de persona que
merece ser amada y que puede amar. Sin ser reducidas a un objeto. Por parte de
los hombres estos datos les pueden ayudar a tener pudor con sus manifestaciones
de afecto, con sus palabras y gestos que demuestres a una mujer.
De
modo que resalten el valor de sí mismos que busca amar para ser amados, sin
generar o provocar la sexualidad femenina. En general al hombre y a la mujer
estos datos les pueden ayudar a resaltar y buscar en el otro su Persona y no
solo los valores sexuales.
A
cada persona le pertenece su valor, su dignidad. De modo que el pudor lo que
hace es proteger esa perla tan preciada. El pudor es un medio para vivir el
amor que todos estamos llamados a vivir. El pudor no elimina, ni censura los
valores sexuales; hace que no sean el centro. No solo protege lo más valioso de
cada persona sino que resalta su valor.
El
pudor protege el amor verdadero entre personas. Es el amor al valor
profundo del otro, el cual también se llega por medio de las relaciones sexuales.
Las cuales se deben vivir en la intimidad, en un espacio seguro en el que el
valor de cada uno no se vea atentado, en un compromiso mutuo que proteja su
interioridad y permita vivir la entrega de los valores sexuales sin desenfocar
el amor a la persona.
Cuando
hay un amor sincero a la otra persona en su integridad y hay un compromiso
trascendente en amarse más allá de su sexualidad, la vergüenza de entregar y
exponer algo interior es absorbida por ese amor.
La
manifestación de amor en el acto sexual dentro de este compromiso indisoluble
que protege al amor y asegura el valor personal se debe dar en la intimidad,
solos sin que ningún tercero mire o se entrometa, sin compartir el acto.
Si
alguien más mira corre el riesgo en quedarse solo en los valores sexuales, o en
el acto sexual sin mirar el amor que se manifiestan o el valor profundo de cada
uno. Ahí uno de los tantos problemas de la pornografía y de mostrar sus valores
sexuales a terceros, la persona es reducida a sus valores sexuales, en particular
en los del cuerpo.
El
pudor es más que taparse o no manifestar el cariño a otra persona. El
pudor es la manera en que la naturaleza humana protege el valor más profundo
del ser humano. Es esa tendencia natural de disimular sus valores sexuales
y de evitar ser reducido a un objeto de placer.
El
pudor ayuda a vivir un amor duradero y sólido, que va más allá de los valores
sexuales. Es una forma de preservar esos valores sexuales que son tan valiosos
para el momento adecuado y para la persona indicada.
Todos
somos responsables de proteger el valor interior propio, el valor de ser
persona digna creada para amar y ser amada. Así protegemos también el valor de
los otros y el amor que merecen vivir.
José
Felipe Mora Fallas
CENTRO DE ESTUDIOS CATÓLICOS