Si me falta la inteligencia, las capacidades para aquel trabajo, si sufro
por un matrimonio que está quebrándose, si tengo un hijo que sufre enfermedad,
lo pongo todo en oración
Shutterstock |
“Padre, te
doy gracias por haberme escuchado” (Jn 11, 41)
Desesperanza,
eso es lo que veo en tanta gente que no se abre al mensaje de Jesús. ¿Cuánto
dolor es capaz de soportar una persona antes de abrirse a este mensaje?
Parece injusto
que, teniendo la disposición de Dios en abundancia, los hombres padezcan de
esta especie de ceguera espiritual que no los deja ver a Dios
ni entender su palabra.
No me canso de
repetir que Dios no es una idea, es verdaderamente un Dios vivo que interactúa
con el hombre cuando aprendemos a apoyarnos en Él, cuando decidimos mirarlo y
ofrecerle lo que tenemos, a nosotros mismos.
Es casi
imposible ver que cada día, cada hora, cada segundo recibimos tanto de Dios si
no nos ponemos en sintonía, si no estamos atentos a lo que hace.
En el tiempo,
sabremos con esta actitud, aprender a reconocer cuando algo viene de Él.
Después, será todo Él.
Nuestras vidas
son como una casa, que sufre deterioros con el tiempo. A veces hay un grifo al
que debemos prestar atención, en otras ocasiones la humedad de una pared, un
mueble roto, una lámpara que no enciende, …
Y si no
nos ocupamos inmediatamente de estas cosas, de pronto aprendemos a
acostumbrarnos al daño y empezamos a vivir así, acumulando deterioros.
Existen ocasiones
en que la casa esta tan hecha pedazos, que cuidarla o reacomodarla parece
imposible.
Las heridas
materiales de este ejemplo existen también en nuestras vidas, en nuestros
vínculos, en nuestra economía, en la familia, en la salud… y si no empezamos a
poner atención a esto, pronto no podremos salir de los escombros.
Cada herida
tiene cura, todas ellas pueden sanar perfectamente. ¿Pero cómo ponemos atención
sobre nuestras vidas?
Conversando con
Dios, poniéndonos en oración, que es así como empezamos a
conocerlo, y a entrar en intimidad con Él, buscándolo para que sea Él quien se
ocupe eficientemente de nosotros.
Si me falta la
inteligencia, las capacidades para aquel trabajo, si sufro por un matrimonio
que está quebrándose, si tengo un hijo que sufre enfermedad, lo pongo todo en
oración.
Dios se moverá
hacia tu rincón, te tomará en sus brazos, y antes si quiera de escuchar tu
oración, se inclinará hacia ti, curará todo lo que tengas roto
y volverá todo a su estado original.
Este es su
trabajo: amarnos y hacer posible lo que para nosotros es imposible.
No hay nada que
podamos lograr lejos de Él, y lejos podemos estar incluso los creyentes y los
practicantes, se trata de la disposición que tenemos frente a Dios.
Los momentos que
más fruto dan son aquellos que pasamos en Su compañía, cuando aprendemos a conversar con Él, a contarle nuestras cosas, a
pedirle ayuda con cada desafío. Él se alegra y da un paso al frente cuando le
dices “te necesito”.
Si pudieran
saber la cantidad de milagros que veo tras haber puesto las cosas en oración…
El primer
sentimiento que uno tiene al ver respondidas sus oraciones es un sentimiento
de gratitud inmensurable hacia Dios.
Es una gratitud
que duele, porque nos damos cuenta casi inmediatamente de que no podremos
pagarle de manera alguna.
No hay manera
de agradecerle en justa medida, y esto es algo que me entristece profundamente;
lo único que podemos hacer es decirle: “Aquí estoy Señor y no me voy”.
La gente no
cree que las cosas puedan ser de esta manera, y sufre, y persiste en creer que
todo depende de sus propias fuerzas, nada más lejos de la verdad.
Si pudieran
entender lo que digo… Si supieran que la vida es mucho más fácil cuando
nos tomamos de Su mano, que el milagro está a una
nada de distancia.
Así es como se
construye una vida, ocupándonos de nuestras heridas. Poniendo a cada persona
que nos rodea en oración, poniendo estas situaciones
al cuidado de Dios, estas enfermedades, estas limitaciones.
A veces pienso
que tengo demasiados requerimientos de Dios: le traigo a mis hijos, a mi
esposo, los conflictos que diariamente vivo, …
Pero sin
estas necesidades estaría lejos de Él. A veces le pido que me tenga siempre
cerca, y lo que me da son razones para ponerme de rodillas, por intenciones
propias, pero también por intenciones ajenas. Así me tiene cerca, a su alcance
y a la vista ¡y que fácil se vuelve la vida!
Lorena
Moscoso
Fuente:
Aleteia