EL BAUTISMO DEL SEÑOR
Dominio público |
En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma e paloma, y vino un voz del cielo: - “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto” (Lucas 3,15-16.21-22).
I. Cristo, sin tener macha
alguna que purificar, quiso someterse al bautismo de la misma manera que se
sometió a las demás observancias legales, que tampoco le obligaban. Al hacerse
hombre, se sujetó a las leyes que rigen la vida humana y a las que regían en el
pueblo israelita, elegido por Dios para preparar la venida de nuestro Redentor.
Con el bautismo de Jesús quedó preparado el Bautismo cristiano, que fue
directamente instituido por Él. En él, recibimos la fe y la gracia.
Hoy
nuestra oración nos puede ayudar a dar gracias por haber recibido este don
inmerecido y para alegrarnos por tantos bienes como Dios nos concedió. ‘Gracias
al sacramento del bautismo te has convertido en templo del Espíritu Santo: no
se te ocurra ahuyentar con tus malas acciones a tan noble huésped, ni volver a
someterte a la servidumbre del demonio: porque tu precio es la Sangre de
Cristo’ (San León Magno, Homilía de Navidad, 3).
II. El Bautismo nos inició
en la vida cristiana. Fue un verdadero nacimiento a la vida sobrenatural. El resultado
de esta nueva vida es cierta divinización del hombre y la capacidad de producir
frutos sobrenaturales. El bautizado renace a una nueva vida, a la vida de Dios,
por eso es su hijo. ‘Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de
Dios y coherederos con Cristo’ (Cfr. Rom 8, 14-17).
Demos
muchas gracias a nuestro Padre Dios que ha querido dones tan inconmensurables,
tan fuera de toda medida, para cada uno de nosotros. ¡Qué gran bien nos puede
hacer el considerar frecuentemente estas realidades!.
III. En la Iglesia nadie es
un cristiano aislado. A partir del Bautismo, el cristiano forma parte de un
pueblo, la Iglesia se le presenta como la verdadera familia de los hijos de
Dios. Y el Bautismo es la puerta por donde se entra a la Iglesia, y se recibe
el llamado a la santidad. Cada uno en su propio estado y condición.
Otra
verdad íntimamente unida a esta condición de miembro de la Iglesia es la del
carácter sacramental, un cierto signo espiritual e indeleble impreso en el
alma. Es como el resello de posesión de Cristo sobre el alma de los bautizados.
Con estas consideraciones comprendemos bien el deseo de la Iglesia de que los
niños reciban pronto estos dones de Dios.
Desde
siempre ha urgido a los padres para que bauticen a sus hijos cuanto antes. Hemos
de agradecer a nuestros padres que, quizá a los pocos días de nacer, nos
llevaran a recibir este santo sacramento
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org