Jesús nos trae
la curación de nuestras dolencias, y nos salva con su Espíritu
Dominio público |
“Estando Jesús en una ciudad, compareció un hombre
cubierto de lepra”. La lepra era una enfermedad
considerada contagiosa, castigo divino por excelencia (Deuteronomio 28,27-35),
signo del pecado que excluye de la comunidad, y abarcaba varios tipos de
enfermedades, una de ellas la que hoy llamamos lepra.
Los
leprosos debían evitar las ciudades, rasgar sus vestiduras y a todos los que se
acercasen a ellos, gritarles: "¡Impuro, Impuro!" Esta enfermedad, hoy
muy fácilmente vencida, era entonces incurable: el leproso era considerado un
muerto. Señor, ayúdanos hoy, con los medios científicos, a luchar contra esa
plaga de la lepra que subsiste aún en ciertas regiones de la tierra.
-“Viendo a Jesús, se postró de hinojos ante El
diciendo: Señor, si quieres puedes limpiarme”. ¡Qué
sufrimiento! El leproso era muy consciente de su mal: hunde el rostro en el
polvo. En el mundo hay "lepras" peores que la lepra. ¿Somos
conscientes de ello? Lo que desfigura al hombre es, ante todo el
"no-amor", el repugnante egoísmo; y de eso hay manchas y cicatrices
en mi vida. ¿Sufro yo por ello? ¿Deseo librarme de ese mal? ¿Que hago para
lograrlo?
-“Jesús extendió la mano y le tocó”. Tocar
a un leproso. Jesús rehúsa los tabúes rigurosos de su tiempo: Deja abolida la
frontera entre lo puro y lo impuro, y reintegra en la comunidad a los
excluidos. Contemplo este gesto: la mano sana de Jesús... toca la piel
purulenta de un leproso... Es todo el símbolo de la Encarnación: por nosotros
los hombres, por nosotros los pecadores, y por nuestra salvación bajó del cielo.
-"¡Quiero, sé limpio!..." Es
voluntad de Jesús. Estoy aquí, delante de ti, Señor, yo también, con mi mal,
del que soy consciente, y con toda la otra parte del mal que no conozco
suficientemente. Purifícame, también.
-“Y al instante desapareció la lepra”.
Y le encargó: No se lo digas
a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que
prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio”. Un
testimonio sobre el poder de Jesús y sobre su obediencia a la Ley.
"¡Muéstrate al
sacerdote!" ¿Es excesivo pensar que esta palabra es siempre actual? El
sacerdote no es un hombre superior a los demás, es un hermano entre sus
hermanos, pero ha recibido del Señor el asombroso honor de ser un mediador, de
representar un papel de intermediario, más aún, de representar al mismísimo
Señor. Yo no puedo salvarme solo. Tengo necesidad de Cristo. El camino concreto
que he de hacer para ir a encontrar a un sacerdote, a un ministro del Señor es
el signo de que no me salvo por mis únicas fuerzas, sino por la gracia. Oigo
que Jesucristo me repite: "Ve y preséntate al sacerdote".
-“Numerosas muchedumbres concurrían para oírle y ser
curados de sus enfermedades”. Pero él se retiraba a
lugares solitarios y se daba a la oración. Jesús no se deja engañar por el
éxito. Busca la soledad. Le gusta orar. Es un acto habitual, corriente,
continuo en Él.
Llucià Pou Sabaté
Fuente: Almudi.org