En el día internacional de Conmemoración en Memoria de
las Víctimas del Holocausto, el Papa invitó a rezar, diciendo cada uno en su
corazón: “nunca más”
En la sede de la ONU ayer tuvo lugar un simposio
internacional para documentar cómo la Iglesia Católica luchó contra la Alemania
Nazi desde el primer minuto.
“Ante esta
enorme tragedia, esta atrocidad, la indiferencia no es admisible y la memoria
es un deber”. Es esta la afirmación que hizo el domingo el Papa Francisco al
final de la oración mariana del Ángelus en la víspera del 75 aniversario de la
liberación de Auschwitz-Birkenau, el campo de concentración y exterminio de la
Alemania nazi, símbolo del Holocausto de los judíos. Momento en el que el Papa
también invitó a todos los fieles presentes, pero también a los que seguían la
transmisión desde casa, a “hacer un momento de oración y de recogimiento,
diciendo cada uno en su propio corazón: ¡nunca más, nunca más!”.
El Papel de la Iglesia Católica durante la Segunda Guerra Mundial
Para la conmemoración de este año además, en la tarde de
ayer se celebró en la sede de la ONU en Nueva York un simposio internacional
organizado por el Observador Permanente de la Santa Sede y que llevaba por
título: "Recordando el Holocausto: los esfuerzos documentados de la
Iglesia Católica para salvar vidas".
En efecto, durante la Segunda Guerra Mundial, el Papa
Pio XII luchó contra Hitler y ayudó a un número sustancial de perseguidos
gracias al sistema de ayuda humanitaria que la Iglesia Católica puso en marcha.
En 1939, escasos meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el
Papa Pío XII intentó, mediante un plan para preservar la paz, conseguir mediar
entre unas potencias europeas que estaban ya al borde de la Guerra. Sus
esfuerzos no dieron resultado y es por ello que el 24 de agosto del 39, a tan
sólo una semana del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Pío XII emitió aquel
memorable mensaje radiofónico que
todos recordamos y en el que advirtió de que aunque "el peligro era
inminente", “aún quedaba tiempo” y concluyó asegurando:
“No hay nada que perder con la paz y en cambio sí todo
con la guerra.”
Mireia Bonilla - Ciudad del Vaticano
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