Más allá de la simple adquisición de un objeto
bonito, este joven cree que "es
una forma de involucrar al comprador en una voluntad misionera y en una
dinámica más amplia de oración"
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Amaury ve este proyecto como una acción misionera /
© Johanna de Tessières / Huma Collective
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Amaury Rheinart es un
joven estudiante que ha encontrado su particular forma de ser misionero en una
sociedad altamente secularizada. Y para ello recorre los mercadillos de
Bruselas en los que se venden numerosos crucifijos que ya no tienen hueco en
los hogares, los restaura y los vende para que Cristo vuelva a casas con otras
familias.
Este estudiante de 20 años dedica el poco dinero que tiene a buscar
crucifijos abandonados y una vez restaurados y transformados les busca hogar. Su
objetivo es que Cristo no esté en la calle ni en cajas sino que tenga un hogar.
Ha creado incluso una web, Crucifix Constantin,
para mostrar sus originales creaciones.
Una misión concreta
En una entrevista con el semanario La
Vie, cuenta que esta idea le venía rondando ya en su
cabeza. La primera vez fue durante una vigilia scout, cuando quedó conmovido
por el testimonio de una mujer que amaba el Sagrado Corazón y recuperaba
de los mercadillos todas las imágenes que estaban a la venta. La segunda fue en 2017 cuando un
responsable de los Scouts de Europa pidió a los jóvenes que fueran “garantes de
nuestra herencia religiosa”.
Y así fue como durante su estancia en Bruselas para
estudiar se encontró constantemente en mercadillos viejos crucifijos, a veces
dañados, en el suelo. “Para mí,
es el símbolo del mundo de hoy que abandona la imagen de Cristo. Quería
posicionarme como cristiano”, relata.
Al fin decidió dar el paso y con los escasos 20
euros que tenía en el bolsillo, Amaury se lanzó a buscar crucifijos en el mercado de Marolles. Tras
duras negociaciones logró comprar hasta cinco. La semana siguiente pudo comprar
algo de pintura y algunas herramientas. Así surgió el proyecto
Constantino, que toma el nombre del emperador que autorizó el cristianismo.
Después de haber lijado, reparado, repintado y
barnizado cada cruz, propone a sus compradores dedicar el crucifijo a una
intención particular. "Al
principio, les pedí que rezaran por las intenciones del chatarrero que me
vendió el objeto. Pero era difícil para algunos rezar por alguien que no
conocen”, explica. Ahora, Amaury Rheinart pide a cada uno de su clientes que
elijan ellos mismos la intención, y también le pidió que pidan por aquellos que
llevan a Cristo a sus sótanos o trasteros. “Me parece hermoso que los
crucifijos que se han salvado de la basura todavía puedan tener una intención”,
confiesa.
Más allá de la simple adquisición de un objeto
bonito, este joven cree que "es
una forma de involucrar al comprador en una voluntad misionera y en una
dinámica más amplia de oración". Cada creación se vende entre 12
y 33 euros. "Mi objetivo no es ganar dinero", dice Amaury Rheinart,
sino renovar tantos objetos religiosos como sea posible. "Todas las
ganancias son, por lo tanto, utilizadas para adquirir nuevos hallazgos en los
mercadillos para que luego puedan iluminar el mayor número de casas”.
Fuente: ReL
Fuente: ReL