No es fácil ver a tus hijos marcharse de casa. De repente, la
casa se vuelve vacía y silenciosa. La Biblia también nos da pistas para vivir
esta etapa inevitable
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Son muchos los padres que viven con dolor la etapa
en la que los hijos se marchan de casa. Para hacer frente al “síndrome
del nido vacío” muchos santos pueden
socorrernos y podemos también acudir a la Biblia para empaparnos de su
sabiduría.
Podemos poner la mira en la actitud de san
José y la Virgen María cuando perdieron a Jesús y tras días de búsqueda y
angustia lo encontraron en el Templo. Jesús, ante la incomprensión de sus padres, les dijo:
“¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi
Padre?” (Lc 2,49).
De esta manera Jesús les ha
demostrado su autonomía y que ya es plenamente consciente de su misión en el
mundo. Así es cómo los padres vamos reconociendo que nuestros hijos están
preparados para salir del nido, pues ya poseen una personalidad y autonomía y
está dispuestos a encaminar su compromiso con el mundo.
La despedida de los hijos, el comienzo de una nueva relación
Siguiendo
a María y José, los padres están invitados a retirarse delante de lo que se ha
convertido de su hijo. Deben confiar aún más en su hijo porque han hecho todo
lo posible para que un día pueda tomar decisiones por sí mismo y por los demás. Y, tranquilos, porque esta
separación no implica el fin del vínculo afectivo entre padres e hijos.
En la Biblia, Dios siempre
crea por el modo de separación, y luego se une en un modo superior.
En el libro del Génesis, él
separa al hombre de la mujer y luego los une en una alianza de amor. La
despedida de los niños no corresponde por lo tanto a una desaparición, sino que
conduce a otra relación mucho más profunda y linda.
Los niños y los padres
ofrecen algo diferente, pero de una manera más profunda. Los hijos abandonan la
relación de dependencia para entrar en un amor de amistad con sus padres, en un
mayor intercambio.
Étienne
Ducornet
Fuente:
Aleteia