Jesús posee una autoridad divina,
anunciada por los profetas, y últimamente por Juan Bautista, y nos da su
gracia, que actúa junto a nuestra libertad que puede aceptarla
![]() |
Dominio público |
Cuando Jesús enseñaba en el templo, los príncipes de los
sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él y le preguntaron:
"¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te ha dado tal
potestad?" En Mateo, a esta pregunta
precede la escena de Jesús expulsando a los vendedores en el templo. Fue algo
muy fuerte, ante lo que no se quedaron indiferentes.
-Respondioles Jesús: “Yo también
quiero haceros una pregunta”. Jesús, te veo enérgico, que no se
deja intimidar: "El bautismo de
Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?"
-“Mas ellos discurrían, diciendo: "Si
respondemos "del cielo", nos dirá... "Si respondemos, "de
los hombres", tenemos que temer al pueblo... Contestaron, pues, diciendo:
‘No lo sabemos’”. A menudo, también nosotros, contestamos
huyendo las preguntas radicales de Dios. Hoy mismo, ¿cuál es la pregunta, la
invitación, que yo siento que Dios me hace? ¿Cuál va a ser mi respuesta?
Jesús
se enfrenta al judaísmo oficial y ahora no quiere dar testimonio explícito de
sí mismo, pues la actitud incrédula y negativa de sus enemigos no lo hace
conveniente. Pero en realidad sí les responde con la pregunta sobre la
autoridad del Bautista que proyecta su luz sobre la autoridad de Jesús, porque
Juan preparó los caminos a Jesús. Son perversos. Quieren fastidiar al Señor.
Les falta fe. El tiempo de Adviento es el tiempo de preparación a la fe (Noel
Quesson).
-"¿Por qué no le habéis creído?"
La fe. Dios habla por Juan Bautista, y en cada persona y en cada
acontecimiento… Quiero abrir mis ojos a tu luz, Señor, pues sobre todo habla en
ti Dios, en tu humanidad santísima, en tus palabras:
-“Pues yo tampoco os diré con qué autoridad hago
estas cosas”. Contemplo en tu corazón, Señor, la decepción de
ver la falta de fe de esos dirigentes de Israel. La peor ceguera es la voluntaria.
Aquí se cumple una vez más lo que decía Jesús: que los que se creen sabios no
saben nada, y los sencillos y humildes son los que alcanzan la verdadera
sabiduría.
¿Qué velos o intereses tapan nuestros ojos para impedirnos
ver lo que Dios nos está queriendo decir a través del ejemplo de generoso
sacrificio de un familiar nuestro, o de la fidelidad alegre de un miembro de
nuestra comunidad?, ¿o es que queremos mantenernos cómodos con nuestra ceguera
de corazón?
El
Dios del ayer es el Dios del hoy y el Dios del mañana. El que vino, el que
viene, el que vendrá. Cada día, no sólo en la Eucaristía, sino a lo largo de la
jornada, en esos pequeños encuentros personales y acontecimientos, sucede una
continuada venida de Dios a nuestra vida, si estamos despiertos y sabemos
interpretar la historia (J. Aldazábal).
Que
Dios nos descubra sus caminos para que no sólo los conozcamos, sino para que
los sigamos. Su amor y ternura son eternos, y al sentirlo le pedimos que
escuchemos hoy su voz y no endurezcamos ante Él nuestro corazón.
El
Señor es recto y bondadoso. Nosotros, frágiles y pecadores,
acudimos a Él para que nos enseñe a caminar en el bien, deseando llegar a ser
perfectos, como Él es perfecto. Es para nosotros Camino, Verdad y Vida. Su
palabra va encarnándose en nosotros, dando fruto en sazón.
Llucià
Pou Sabaté
Fuente: Almudi.org