APOSTOLADO DE LA CONFESIÓN
II. Fe y confianza en el Señor. El paralítico de Cafarnaúm.
III. La Confesión. El poder de perdonar los pecados. Respeto, agradecimiento
y veneración al acercarnos a este sacramento.
“Un día que Jesús estaba
enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían
venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del
Señor le hacía obrar curaciones.
En esto, unos hombres trajeron en una camilla a
un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de Él. Pero no
encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le
bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante
de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan
perdonados».
Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, dijo al paralítico: ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles» (Lucas 5,17-26).
I. El Mesías está muy
cerca de nosotros, y en estos días de Adviento nos preparamos para recibirle de
una manera nueva cuando llegue la Navidad. Todos los días nos encontramos
amigos, colegas y parientes, desorientados en lo más esencial de su existencia.
Se sienten incapacitados para ir hasta el Señor, y andan como paralíticos por
la vida porque han perdido la esperanza. Nosotros hemos de guiarlos hasta la
cueva de Belén; allí encontrarán el sentido de sus vidas.
En
muchos casos, acercar a nuestros amigos a Cristo es llevarles a que reciban el
sacramento de la Penitencia, uno de los mayores bienes que Cristo ha dejado a
su Iglesia. Pocas ayudas tan grandes, quizá ninguna, podemos prestarles como la
de facilitarles que se acerquen a la Confesión. ¡Que alegría cada vez que
acercamos a un amigo al sacramento de la misericordia divina! Esta misma
alegría es compartida en el Cielo (Lucas 15, 7)
II. En el Evangelio de la
Misa nos dicen que Jesús llegó a Cafarnaún e inmediatamente cuatro amigos le
llevan a un paralítico; pero no pudieron llegar hasta Jesús por causa del
gentío (Marcos 2, 1-13). Entonces levantaron la techumbre por el sitio donde se
encontraba el Señor, descolgaron la camilla, y la dejaron en medio, delante de
Jesús (Lucas 5, 19).
El
apostolado, y de modo singular el de la Confesión, es algo parecido: poner a
las personas delante de Jesús; a pesar de las dificultades que esto pueda
llevar consigo. Dejaron al amigo delante de Jesús. Después el Señor hizo el
resto; Él es quien hace realmente lo importante. Lo principal era el encuentro
entre Jesús y el amigo. ¡Qué gran lección para el apostolado!
III. La mirada purísima de
Jesús le penetraba hasta el fondo de su alma con honda misericordia: Ten
confianza, hijo, tus pecados te son perdonados. Experimentó una gran alegría.
Ya poco le importaba su parálisis. Su alma estaba limpia y había encontrado a
Jesús.
El
Señor quiere dejar bien sentado que Él es el Único que puede perdonar los
pecados, porque es Dios. Y lo demuestra con la curación completa de este hombre.
Este poder lo transmite a su Iglesia en la persona de los Apóstoles. Los
sacerdotes ejercitan el poder del perdón de los pecados no en virtud propia,
sino en nombre de Cristo, como instrumentos en manos del Señor. Él espera a
nuestros amigos.
Nuestra
Madre Refugio de los Pecadores, tendrá compasión de ellos y de nosotros.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org