Para mí la esperanza es confiar en Dios con certeza de fe, saber por la fe que a pesar de que las cosas vayan en contra, de que todo se hunda, la felicidad está en Dios
Esther Navarro lleva 20 años como misionera en Paraguay |
Esther Navarro es misionera de
la Esperanza, una asociación de fieles fundada hace ya más de medio
siglo en Málaga por el padre Ernesto Wilson Plata, y además de en España
realiza una importante labor en países como Chad, Argentina, Ecuador o
Paraguay.
Es precisamente
en Paraguay donde lleva como misionera 20 años esta pediatra, que además de su labor con jóvenes y niños ha logrado propiciar un
desarrollo del sistema sanitario de la zona.
En una
entrevista con la Diócesis de
Málaga, Esther Navarro afirma el importante papel que la
Virgen María desempeña en la espiritualidad de los Misioneros de la
Esperanza, y en su propio día a día.
“Mi mamá
querida”
“Es mi mamá
querida, la que me lleva de la mano. A veces delante, a veces detrás, otras al
lado, otras no me doy cuenta, siempre va conmigo. Ella es quien en realidad lo
hace todo. A la semana de llegar al Paraguay, a los pies de una imagen de la
Esperanza Macarena, me di cuenta de que nada podría hacer, me quedaba muy
grande la misión. Desde entonces es Ella la que hace todo, lo vea o no
lo vea”, reconoce ella misma.
Navarro destaca
el carácter mariano del pueblo de Paraguay, especialmente a través de la Virgen
de Caacupé, la patrona del país. Recientemente, han celebrado esta fiesta que
coincide con la Inmaculada. “Se sigue por televisión, radio y prensa. Durante
los días de la novena, el día de la fiesta, e incluso los días posteriores, van
llegando junto a María miles de peregrinos, en diferentes horas del día y de la
noche. Muchísimos lo hacen caminando. Hay mucha devoción mariana, mucho
cariño a María, a mamá María, a mamita María, así se la llama”, relata.
Sobre la
vivencia del Adviento en su tierra de misión, esta misionera española afirma
que “hay una cosa muy bonita que se llama Navidad en Familia. Es
una propuesta de la Conferencia Episcopal que se intenta hacer en todas las
diócesis. Con un librito guía, distinto cada año, se van reuniendo los
vecinos para compartir la Palabra. Cada día se hace en una casa. La
familia encargada invita a sus vecinos y delante del pesebre, si ya está
montado, o de un altarcito, se hace la celebración. Cuando se termina la
oración, se comparten unas galletitas, un zumo o unos caramelos. Es una
novena de Navidad con nueve encuentros familiares y fraternos que nos ayudan a
prepararnos para vivir mejor la Navidad.
Terminan con un pesebre viviente preparado por
los niños. Muy entrañable”.
“Centrarme en
lo fundamental”
Sobre el hecho
de vivir la Navidad lejos de su país, Esther Navarro afirma que “me ha
ayudado a centrarme en lo fundamental. Siempre las he podido pasar en
el calor de alguna familia amiga y con la Misa de Nochebuena. Vivirlas en
verano, con miles de bombitas (petardos) a las doce de la noche, sin mantecados
ni turrones pero sí con otras lindas costumbres, me ayuda a centrarme en lo
fundamental: la loca locura de amor de Dios haciéndose hombre como nosotros, la
ternura sin límites de Dios encarnándose”.
Del pueblo al
que sirve, Esther asegura que “aprendo de ellos la solidaridad, el compartir
generosamente, el vivir al día, la alegría del encuentro con el otro, la
fraternidad, disfrutar de los detalles y de todos los momentos, ver a Dios en
la naturaleza, etc. Para mí la esperanza es confiar en Dios con certeza de
fe, saber por la fe que a pesar de que las cosas vayan en contra, de que todo
se hunda, la felicidad está en Dios y Él nos lo dará todo. Sí, esa fe
sencilla y confiada, esperanzada, la he visto en mucha gente, sobre todo en la
gente más humilde”.