Gilles Bouhours tuvo una vida corta pero muy intensa y de unión con la Virgen
Murió
muy joven pero desde muy pequeño tuvo una vida muy intensa y ligada a Dios y a
la Virgen. La historia de
Gilles Bouhours no es demasiado conocida fuera del mundo francófono pero Cari Filii News se hace eco de un reportaje de Portaluz del encarto que María le
hizo para que llevara al Papa:
Gilles nació en Francia el año 1944,
un 27 de noviembre, día
en que se celebra la fiesta de la Medalla Milagrosa. Sin
embargo no tendría una infancia y adolescencia plácida. La cruz sería un signo
en la vida de este particular niño.
No cumplía un año de haber nacido,
cuando los médicos diagnosticaron que Gilles padecía meningitis y encefalitis,
dolencias cuya gravedad era entonces fatal. Pero la fe de una religiosa de las
“Hermanitas de los Pobres”, Madeleine, amiga de la familia, conmovería la
gracia de Dios. Siguiendo lo indicado por la mujer, los padres de Gilles situaron bajo la almohada donde reposaba el
pequeño, una estampa y reliquia de Santa Teresa del Niño Jesús que
la Hermana Madeleine les había entregado. Cumplieron también la recomendación
de orar a Dios sin desfallecer. Pasadas tres noches y sin ver mejoría, la noche
siguiente los venció el sueño. Al despertar el niño -que había sido
desahuciado- respiraba con normalidad, ya no tenía fiebre y “un enrojecimiento
en forma de T era visible en cada mejilla”, escribiría luego su padre Gabriel
Bouhours.
Nadie dudó de la mediación de Santa
Teresa del Niño Jesús y al
poco tiempo viajaron a Lisieux para agradecer la sanación. En
un escrito posterior, del 8 de septiembre de 1948, el doctor Dives, médico
tratante, escribió a su colega el doctor Carrière: “Gilles salió con gran
dificultad de este mal paso, aparentemente sin secuelas. En dos o tres
ocasiones hizo después accidentes digestivos sin gravedad y me pareció en
perfecta salud cuando la familia salió de Bergerac”.
Elegido por Dios, educado por la Virgen
El
niño de forma espontánea comenzó
a mostrar una devoción por la oración y ofrecimientos de penitencia,
poco habitual para alguien que apenas había aprendido a hablar.
Pronto
se haría evidente que Dios en su infinito misterio de misericordia le comenzaba
a formar para una particular tarea. Y tendría por maestra nada menos que a la Santísima Virgen María.
Los biógrafos en diversos libros
sobre la vida de Gilles Bouhours, citan que el niño testimonia haber tenido una primera aparición el 30 de
septiembre de 1947 en Arcachon. “La Santísima Virgen tenía un
vestido blanco, la cabeza cubierta con un velo amarillo”, describió el pequeño.
El 15 de agosto de 1948, una nueva
visión fue descrita en detalle por el niño: “Veo como un gran botón (la tierra) y por encima, una gran bestia,
como un lagarto con cola grande y piernas grandes. No muy lejos, veo como un
caballero con plumas en la espalda”. Sin saberlo, el pequeño Gilles describía
la presencia del arcángel San Miguel y al demonio.
Ese mismo día refiere haber visto
nuevamente a la Santísima Virgen María -“vestida de azul pero sin velo”-, quien le pidió unirse
a la procesión organizada por los peregrinos de Espis y cantara: “Con nosotros
está la Reina”.
Durante
su breve vida el pequeño Gilles continuaría viendo y escuchando a la Santísima
Virgen María, animándole a orar para unirse a la lucha del
arcángel San Miguel en beneficio de las almas.
Un secreto bien guardado
El
13 de diciembre, Gilles comunicó
a su padre que la Santísima Virgen María le había confiado un “secreto” que
debía comunicar sólo al Papa. Algo incrédulo Gabriel, el
padre, le pidió le explicara en algo este asunto, pero el niño no vaciló en
resistirse a decir algo.
Intentando hacerle desistir algunos
días después el padre le sugirió al niño le explicara a la Virgen María que no
tenía dinero para viajar a Roma. Así lo hizo Gilles y grande sería la sorpresa
de Gabriel cuando el pequeño lo confrontó: “La Santísima Virgen María me ha dicho que sí tienes dinero para el
viaje y no te preocupes por lo demás, todo se solucionará”.
Finalmente partieron a Roma y se
hospedaron en un Colegio Mayor donde nada les cobraron por la estancia. Pudieron concertar entrevista para
el jueves 10 de diciembre de 1949 a las 11 de la mañana. Sin
embargo no fueron recibidos sino hasta el día 12 siguiente. Cuando Guilles se
percató que la Audiencia no era privada sino junto a otras personas, se negó a
decir nada.
Contrariado su padre regresó con el
chico a Francia. Finalmente serían recibidos por el Papa Pio XII el 1 de mayo
de 1950. En la audiencia el niño pidió al Papa quedarse a solas con él. Solo
entonces Gilles se acercó al Santo Padre y le comunicó el mensaje: “La Santísima Virgen María no está
muerta, ella ascendió al cielo con su cuerpo y alma.” El Papa
se mostró visiblemente emocionado tras escuchar al pequeño.
El
signo del cielo
En
1939 tras ser elegido Papa, una de las certezas de Pio XII era que debía proclamar el Dogma de la
Asunción. Todos los estudios e investigaciones previas,
los que él encargó, la propia tradición de la Iglesia confirmaban el anhelado
dogma. Pero teólogos alemanes mantenían discrepancias. Para zanjar este asunto
el 1 de mayo de 1946 Pio XII envió a “patriarcas, primados, arzobispos, obispos
y otros ordinarios…” la encíclica Deiparae Virginis, consultando su parecer sobre la Asunción
de María y propuesta de definición del dogma. Luego de esto –al decir de los
cronistas- el Papa oró rogando a Dios un signo que dejara claro el asunto.
El
pequeño Gilles Bouhours, señalan sus biógrafos, fue preparado y enviado por la
Virgen María a presentar el signo que Papa Pio XII esperaba. El
1 de noviembre de 1950 Papa Pio XII proclamó el Dogma de la Asunción de la
Virgen María en cuerpo y alma a los cielos en la constitución apostólica
Munificentissimus Deus.
Luego, el 11 de octubre de 1954, en
su encíclica Ad Caeli Reginam, el Papa señaló la realeza universal
de la Santísima Virgen María.
El 24 de febrero de 1960 Gilles
enfermó sin que los médicos lograsen diagnosticar la causa del deterioro
orgánico y tras recibir la
Unción de los Enfermos, confesarse y comulgar, falleció. Era
apenas un adolescente.
Sobre su tumba en el cementerio de la
aldea Seilhan (departamento de Alto Garona Montréjeau), se encuentran grabadas
estas palabras que él mismo pronunció: “Amad a Dios y a la Santísima Virgen. Ofrecedles todos vuestros
sufrimientos. Y así recobraréis la paz del alma. Gilles”.
Fuente: Religión en Libertad