AMIGO DE LOS PECADORES
II. La oveja perdida. La
alegría de Dios ante nuestras diarias conversiones.
III. Jesucristo sale muchas
veces a buscarnos.
“En aquel tiempo, solían
acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los
fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: -«Ése acoge a los pecadores y
come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: -«Si uno de vosotros tiene cien
ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras
la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga
sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a
los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se
me había perdido." Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por
un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no
necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una,
¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la
encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para
decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había
perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por
un solo pecador que se convierta» (Lucas 15,1-10).
I. En el Evangelio de la
Misa leemos: Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Éste recibe
a los pecadores y come con ellos (Lucas 15, 1-10). La batalla de Jesús contra
el pecado y sus raíces más profundas, no le aleja del pecador. Muy al
contrario, lo aproxima a los hombres, a cada hombre. Su vida es un constante
acercamiento a quien necesita la salud del alma; hasta tal punto que sus
enemigos le dieron el título de amigo de publicanos y pecadores (Mateo 11,
18-19).
Y
Jesús les dice: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos
(Marcos 2, 17). Sentado entre estos hombres que parecen muy alejados de Dios,
Jesús se nos muestra entrañablemente humano. No se aparta de ellos, sino que
busca su trato.
La
oración de hoy nos debe llevar a aumentar nuestra confianza en Jesús cuanto
mayores sean nuestras necesidades; especialmente si en alguna ocasión sentimos
con más fuerza la propia flaqueza. Y pediremos con más confianza por aquellos
que están alejados del Señor.
II. La vida de Jesús estuvo
totalmente entregada a sus hermanos los hombres (Gálatas 2, 20), con un amor
tan grande que llegará dar la vida por todos (Juan 13, 1). Cuanto más
necesitados nos encontramos, más atenciones tiene con nosotros. Esta
misericordia supera cualquier cálculo y medida humana. El Buen Pastor no da por
definitivamente perdida a ninguna de sus ovejas.
Con
esta parábola, el Señor expresa su inmensa alegría ante la conversión de un
pecador; un gozo divino que está por encima de toda lógica humana. Es la
alegría de Dios cuando recomenzamos en nuestro camino, quizá después de
pequeños o grandes fracasos.
Existe
también una alegría muy particular cuando hemos acercado a un amigo o a un
pariente al sacramento del perdón, donde Jesucristo le esperaba con los brazos
abiertos.
III. Jesucristo sale muchas
veces a buscarnos. Jesús se acerca al pecador con respeto, con delicadeza. Sus
palabras son siempre expresión de su amor por cada alma. Los cuidados y
atenciones de la misericordia divina sobre el pecador arrepentido son
abrumadores.
Nos
perdona y olvida para siempre nuestros pecados. Lo que era muerte se convierte
en fuente de vida. Nos muestra el Señor el valor que para Él tiene una sola
alma y los esfuerzos que hace para que no se pierda.
Este
interés es el que debemos tener para que los demás no se extravíen y, si están
lejos de Dios, para que vuelvan. Pidámoselo a Nuestra Madre.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org