Homilía del Papa en el estadio de Tokio
Estamos llamados a proteger toda vida. Por eso debemos
ser comunidad que pueda desarrollar una pedagogía capaz de dar la bienvenida a
todo lo que no es perfecto, puro o destilado, pero no por eso menos digno de
amor, según el ejemplo de Jesús que abrazó al leproso, al ciego, al paralítico,
al fariseo y al pecador. Homilía del Papa en el estadio de Tokio
“Proteger toda vida” es el lema que acompaña la visita
del Papa al pueblo japonés. Y sobre la vida trató la homilía del Papa en la
misa celebrada en el “Tokyo Dome”, el estadio de Tokio. El punto de partida de
la reflexión del Pontífice fue el Sermón de la montaña, “el lugar donde Dios se
manifiesta y se da a conocer”, cuya cima “no se alcanza con voluntarismo ni
carrerismo”, sino “con la atenta, paciente y delicada escucha del Maestro, en
medio de las encrucijadas del camino”.
En el círculo
vicioso competitividad, se pierde la libertad
Francisco aseguró que en Jesús experimentamos “la
libertad de sabernos hijos amados”. Sin embargo, advirtió que esa libertad
“puede verse asfixiada y debilitada cuando quedamos encerrados en el círculo
vicioso de la ansiedad y de la competitividad”, o cuando nos concentramos “en
la búsqueda sofocante y frenética de productividad y consumismo, como único
criterio para medir y convalidar nuestras opciones o definir quiénes somos y
cuánto valemos”.
La incapacidad
de comprender el significado de la vida
No son pocas las personas que están socialmente
aisladas, que permanecen al margen, incapaces de comprender el significado de
la vida y de su propia existencia.
El Santo Padre abordó también el tema del aislamiento
social en Japón. En una sociedad que tiene una de las economías más
desarrolladas, lamentó que “el hogar, la escuela y la comunidad, destinados a
ser lugares donde cada uno apoya y ayuda a los demás, están siendo cada vez más
deteriorados por la competición excesiva en la búsqueda de la ganancia y la
eficiencia”.
Abrir
prioridades a un horizonte más amplio de sentido
Además, notó que muchas personas se sienten
confundidas y abrumadas por demasiadas exigencias y preocupaciones “que les
quitan la paz y el equilibrio”. Por ello quiso recordar que el Señor llama a
“no inquietarnos y a confiar”. Algo que no es “una invitación a desentendernos de
lo que pasa a nuestro alrededor o volvernos irresponsables de nuestras
ocupaciones y responsabilidades diarias”. Es una “provocación a
abrir nuestras prioridades a un horizonte más amplio de sentido y generar así
espacio para mirar en su misma dirección”:
El Señor no nos dice que las necesidades básicas, como
la comida y la ropa, no sean importantes; nos invita, más bien, a reconsiderar
nuestras opciones cotidianas para no quedar atrapados o aislados en la búsqueda
del éxito a cualquier costo, incluso de la propia vida.
El egoísmo que
pretende felicidad individual hace esclavos
Las actitudes mundanas que buscan y persiguen sólo el
propio rédito o beneficio en este mundo, y el egoísmo que pretende la felicidad
individual, en realidad sólo nos hacen sutilmente infelices y esclavos, además
de obstaculizar el desarrollo de una sociedad verdaderamente armoniosa y
humana.
La solución que el Papa antepone a ese “yo aislado,
encerrado y hasta sofocado”, es un nosotros “compartido, celebrado y
comunicado”:
Como comunidad cristiana somos invitados a proteger
toda vida y testimoniar con sabiduría y coraje un estilo marcado por la
gratuidad y la compasión, la generosidad y la escucha simple, capaz de abrazar
y recibir la vida como se presenta «con toda su fragilidad y pequeñez, y hasta
muchas veces con toda sus contradicciones e insignificancias».
Dar la
bienvenida a todo lo que no es perfecto
Con estas reflexiones el Papa habló de ser “comunidad
que pueda desarrollar esa pedagogía capaz de darle la bienvenida a
todo lo que no es perfecto, puro o destilado, pero no por eso menos digno de
amor”. Y cuestionó:
¿Acaso alguien por ser discapacitado o frágil no es
digno de amor?, ¿alguien, por ser extranjero, por haberse equivocado, por estar
enfermo o en una prisión, no es digno de amor? Así lo hizo Jesús: abrazó al
leproso, al ciego y al paralítico, abrazó al fariseo y al pecador. Abrazó al
ladrón en la cruz e inclusive abrazó y perdonó a quienes lo estaban
crucificando.
La única medida
posible con la cual juzgar es la compasión
En el final de la homilía, el Sucesor de Pedro
insistió en la imagen de la Iglesia como "hospital de
campaña": El anuncio del Evangelio de la Vida nos impulsa y exige,
como comunidad, que nos convirtamos en un hospital de campaña, preparado para
curar las heridas y ofrecer siempre un camino de reconciliación y
perdón. Porque para el cristiano - añadió - la única medida posible con la
cual juzgar cada persona y situación es la de la compasión del Padre por todos
sus hijos.
Unidos al Señor, cooperando y dialogando siempre con
todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y también con los de
convicciones religiosas diferentes, podemos transformarnos en levadura
profética de una sociedad que proteja y se haga cargo cada vez más de toda
vida.
Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano
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