Si
vas a Toledo (España), la primera parada debe ser la Iglesia de Santo Tomé,
donde se encuentra la pintura más famosa de El Greco
No
es sólo por admirar la técnica pintora, sino también conocer la bonita historia
del protagonista de este enorme e impactante cuadro que se encuentra en la
capilla de la Concepción, justo sobre su tumba. Su nombre era Gonzalo Ruiz de
Toledo, noble y señor de la Villa de Orgaz, pero también un hombre muy
caritativo y benefactor de la parroquia y a quien, según cuenta la tradición
oral toledana, el día de su entierro en el templo, ocurrió el milagro que San
Agustín y San Esteban lo tomaron en sus brazos y lo colocaron en su sepulcro
pronunciando después estas palabras: “Tal galardón recibe quien a Dios y a sus
santos sirve”.
1. El título está
equivocado
Aunque
mundialmente se le conoce a este lienzo como el Entierro del Conde de
Orgaz, siendo totalmente estrictos, cuando Gonzalo Ruiz de Toledo falleció era
señor de Orgaz, ya que la villa de Orgaz no fue condado hasta el año 1522,
muchísimos años después.
2. Fue producto de una
demanda
En
su testamento, el señor Ruiz de Toledo dejó por escrito que todos los años la
Villa de Orgaz le pagara a la iglesia de Santo Tomé una renta de dos carneros,
16 gallinas, dos cargas de leña, dos pellejos de vino y 800 maravedíes para
celebrar la fiesta de Santo Tomás y ayudar a los más pobres. Esto se cumplió
cabalmente durante más de dos siglos, pero luego pasaron muchos años que no se
hizo. En 1564, el párroco don Andrés Núñez llevó el caso a tribunales. Le
dieron la razón y, con el dinero recaudado, decidió hacerle unas mejoras a la
iglesia, entre ellas, encargarle al feligrés y pintor Doménikos Theotokópoulos,
conocido como El Greco, un lienzo para recordar siempre el milagro del entierro
del Señor de Orgaz y colocarlo encima de su tumba. Asimismo, se agregó un
epitafio en latín que dice: “Aunque lleves prisa, detente un poco, caminante”,
que hoy en día, es toda una reflexión para el turista que visita el templo.
3. ¿Un retrato padre-hijo?
Siendo
una anécdota tan relevante en la historia toledana, no es de extrañar que el
propio pintor quisiera quedar inmortalizado en su obra. El Greco se encuentra
en el público que observa el entierro, hacia el lado izquierdo, siendo el único
que mira fijamente al espectador. Asimismo, pintó a su hijo Jorge Manuel (quien
lleva bordado en su pañuelo su año de nacimiento), que es el niño que funge
casi como un narrador silente, señalando la escena, para que no quede duda que
es allí donde se debe centrar la atención. Aunque si se fijan, todas las manos
que se ven en la pintura, apuntan hacia el cuerpo del Señor Orgaz.
4. Al servicio de la Contrarreforma
El
Greco dedicó la mayor parte de su obra a la representación de santos,
defendiendo su papel de intercesores del hombre ante Cristo que era defendido
por la Iglesia Católica. El Entierro del Conde de Orgaz se le fue
encomendado en 1586 (menos de 50 años después del Concilio de Trento) y con
unas especificaciones muy puntuales, de manera que fueran imágenes muy claras
para los fieles. San Esteban y San Agustín son las figuras centrales (y al
pintarlas, no quiso dejar espacio para la duda; por eso, por ejemplo, en la
casulla de San Esteban, se puede apreciar su martirio impreso en la tela), pero
también se ve como la Virgen y San Juan el Bautista interceden por el Señor
Orgaz; además de estar otras figuras bíblicas presentes: San Pedro con sus
llaves a mano izquierda; debajo de él, tres figuras que son El Rey David (con
su arpa), Moisés (con las tablas de la ley) y Noé (fácil de reconocer con el
arca); y del lado derecho, el apóstol Pablo de violeta, Santo Tomás (titular de
la iglesia y con la escuadra de verde y amarillo), entre otros personajes.
5. Un alma caritativa
Estéticamente
hablando, en el cuadro se pueden observar los dos planos (celestial y terrenal)
perfectamente delimitados. Pero justo en el medio se puede apreciar un ángel,
en cuyas manos los historiadores aseguran que se quiso representar el alma del
Señor Orgaz ascendiendo al cielo. Y es que el mensaje del cuadro es claro:
aquel que obra bien y es caritativo, recibe la salvación eterna.
Además,
lo interesante es que ese espíritu dadivoso de Gonzalo Ruiz de Toledo sigue
presente. En vida y justo después de su muerte, sus donaciones servían a la
iglesia para ayudar a los más necesitados; y hoy, siglos después, el cuadro que
representa su entierro atrae a miles de turistas de todo el mundo a la misma
iglesia, generando también ingresos a los habitantes de Toledo.
Adriana
Bello
Fuente:
Aleteia