Entrada
triunfal
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Iba
justa de tiempo y, cuando llegué al refectorio (el comedor), todas habían
entrado ya. Cada día, después de bendecir, se lee el evangelio unos minutos y,
hasta que la Priora no toca la campana, no se puede empezar a servir.
No
reparé en qué momento se encontraban a mi llegada. Solo sabía que me tocaba
servir y que llegaba tarde. Entré rápida, fui a la puerta que lleva a la cocina
para coger el carro con la comida, observada por todas las monjas (que están
dispuestas en forma de “U” mirando hacia esa puerta).
La
Comunidad entera me vio hacer un gesto a Israel para que viniese a ayudarme.
“Seguro que se habrá despistado”, pensé... y, como a pesar de mis señas no se
movía... cogí un delantal y me puse a darle vueltas, haciendo círculos en el
aire sobre mi cabeza, señalando que estaba sola con el carro. Hasta la de la
cocina salió en mi ayuda, asomando la cabeza para que alguien viniese... pero
nada, nadie se movía, aunque sí que se oían risas... que pasaron a ser
carcajadas por todos los sitios. Pero, ¿qué pasaba?
En
ese momento ... “¡tilín, tilín, tilín...!”
Oh,
oh... ¡la despistada fui yo! Pensé que había llegado más tarde de lo que llegué
realmente y aún no tocaba servir. ¡Menudo espectáculo había montado! No pude
hacer menos que reírme de mí misma uniéndome al resto.
A
menudo nos tomamos muy en serio todo lo que hacemos, el qué dirán, y caminamos
de la mano del temor a equivocarnos. Sin embargo, si lo consiguiésemos, la vida
sería muy tensa y seria. Los despistes, los traspiés y equivocaciones son
comunes a todos; ¿quién no se ha equivocado nunca? Pero... ¡cuánto cuesta que
lo vean en nosotros!
Jesús
ponía a los niños como ejemplo. Los pequeños que no se toman en serio, que
tienen capacidad de asombrarse, de caer, levantarse y seguir jugando, que les
entra la risa en las caídas más peculiares... los niños se saben pobres y aman
su pobreza. Por eso no se juzgan tan duro como hacemos los que queremos ser
“mayores”.
Hoy
el reto del amor es que, cuando metas la pata, te rías de ti mismo, te levantes
y sigas caminando. El traspiés es un impulso para dar tres pasos más rápido.
Cristo te ama, descúbrelo detrás de todo lo que te ocurra.
VIVE
DE CRISTO
Feliz
día
Fuente:
Dominicas de Lerma