EL SENTIDO CRISTIANO DEL DOLOR
II. El sufrimiento de los
justos.
III. El dolor y la Pasión de
Cristo.
“En aquel tiempo, los
discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús,
adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les
dijo: -«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge
a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más
importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: -«Maestro, hemos visto a uno que
echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido
impedir.» Jesús le respondió: -«No se lo impidáis; el que no está contra
vosotros está a favor vuestro»” (Lucas 9,46-50).
I. La desgracia y el dolor
son una realidad con la que nos tropezamos frecuentemente. Las enseñanzas del
Libro de Job son siempre actuales. Job era un hombre temeroso de Dios que había
recibido innumerables bendiciones.
Satán
insinúa que la virtud de Job es interesada y que desaparecería con la
destrucción de sus riquezas. Job fue despojado de todos sus bienes y de su
salud. Su conformidad con la voluntad divina y su fe se mantuvo firme a pesar
de las burlas hirientes de su mujer:
Si
recibimos de Dios los bienes, ¿por qué no también los males? (Job 2, 10) Hoy
puede ser un buen día para que examinemos nuestra postura ante el Señor cuando,
en nosotros o en aquellos que más queremos, se hacen presentes la desgracia y
el dolor. Dios es nuestro Padre.
También
cuando nos visita la aflicción. ¿Nos comportamos como hijos agradecidos en la
abundancia y en la escasez, en la salud y en la enfermedad?
II. Muchas veces, fuera de
la fe, el sufrimiento del inocente y justo causa desconcierto... mientras que a
otros que han vivido de espaldas a Dios parece que la vida les sonríe. La
Pasión de Cristo es la única que puede dar luz a este misterio del sufrimiento
humano, de modo particular al dolor del inocente.
En
la Cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento,
sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Los padecimientos de
Jesús fueron el precio de nuestra salvación (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja).
Desde entonces, nuestro dolor puede unirse al de Cristo y, mediante él,
participar en la Redención de la humanidad entera.
III. Nunca pasa el dolor a
nuestro lado dejándonos como antes. Purifica el alma, la eleva, aumenta el
grado de unión con la voluntad divina, nos ayuda a desasirnos de los bienes,
del excesivo apego a la salud, nos hace corredentores con Cristo..., o por el
contrario, nos aleja del Señor y deja el alma torpe para lo sobrenatural y
entristecida.
Nosotros
hemos de mirar a Cristo en medio de nuestras pruebas y tribulaciones. Nos
fijaremos menos en la Cruz y daremos paso al amor. Encontraremos que cargar con
la Cruz tiene sentido cuando la llevamos junto al Maestro.
“A
los pies del Crucificado es donde comprenderemos que en este mundo nos es
posible amar sin sacrificio, pero el sacrificio es dulce al que ama” (A.
TANQUEREY, La divinización del sufrimiento). Pidamos a Santa María su
reciedumbre y fortaleza, para estar como Ella al pie de la Cruz.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org