Cada
momento es decisivo
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
otro día vino a verme una persona a la que quiero mucho. Fue una visita
especial, pues, por su estado de salud y edad, tenía sabor a despedida. Es de
esos momentos que piensas que nunca llegarán, pues son personas que están en tu
vida desde siempre y parecen tener valor de eternidad.
No
hablamos sobre ello, pero las dos parecíamos ser conscientes del valor del
momento. Estábamos juntas y había algo que ese día saltaba por encima de todo,
y era el Amor; saborear el momento, acoger... fue un día difícil pero bonito a
la vez, y me daba cuenta de cómo, en los momentos decisivos, solo queda el
Amor. Todas las diferencias, las dificultades en la convivencia, las pobrezas
del otro que en tantos momentos nos atascan y nos descentran de lo fundamental,
se vuelven secundarias y desaparecen, solo quedando el Amor.
Pensaba
en cómo sería si viese como decisivo cada momento que vivo con una hermana, con
cada persona... si al mirarla pusiese la mirada del Amor por delante, ¡saborear
su presencia! Esos enredos en los que a veces nos metemos (“me ha dicho”, “me
mira”, “me...”) se desvanecen cuando dejamos que hable aquello más profundo que
nos une.
Jesús
nos muestra, al tratar a las personas, cómo primaba el Amor. Su mirada, su
forma de acoger, sus palabras y gestos, hacían que cada momento fuese especial.
Pedro negó a Jesús, y el encuentro que vino después pudo estar lleno de
reproches por parte del Señor: “Mira, Pedro, que te dije que me ibas a negar...
¿Ves cómo te lo dije? He pensado que tú no vas a ser cabeza de mi Iglesia...”,
pero no, no fue así; Jesús siempre ponía delante el Amor, iba más allá.
Hoy
el reto del amor es que cambies la mirada y dejes que el Amor vaya por delante.
Al coger esa llamada, al quedar con esa persona, al compartir un rato con tu
familia, mira desde el Amor, desde aquello más profundo que os une: ¿quiénes
son para ti? ¿Qué suponen en tu vida? Hoy es un día especial... ¿y mañana?
También lo será.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma
