Una
educación religiosa se relaciona directamente con un desarrollo positivo en los
años de juventud adulta
Criar a nuestros hijos con fe les da, obviamente,
muchos beneficios espirituales, pero un estudio reciente de Harvard ha mostrado
que los niños con una educación religiosa reciben también beneficios
físicos y mentales, en especial en su juventud adulta.
Llevan un estilo de vida
más saludable
El estudio,
publicado en 2018 por la Escuela de Salud Pública de Harvard,
encontró que los niños que asistían a misa semanalmente o que tenían una activa
vida de oración eran más positivos y
tenían una mayor satisfacción vital cuando llegaban a la veintena. Estos
jóvenes adultos tenían tendencia a escoger un estilo de vida más saludable,
evitando las bebidas, el tabaco, el consumo de drogas y la promiscuidad sexual.
Utilizando una muestra de 5.000 niños durante un
periodo de 8 a 14 años, el estudio reveló unos descubrimientos sorprendentes:
al menos el 18 % de los que asistían a misa con regularidad informaron de
niveles más altos de felicidad a partir de los 20 años que sus pares no
religiosos. Y lo que es más importante, de esa misma muestra, el 29 % tendía a
unirse a causas en beneficio de la comunidad y
el 33 % se mantuvo alejado de drogas ilegales.
Una de las
autoras del estudio, Ying Chen, se refirió
a los descubrimientos en una rueda de prensa diciendo: “Muchos niños reciben
una educación religiosa y nuestro estudio muestra que esto puede tener
consecuencias significativas sobre sus comportamientos relacionados con la
salud, su salud mental y su felicidad y bienestar generales”.
Les aporta fortalezas
No se trata
del primer estudio que demuestra las ventajas de una educación religiosa. Emilie
Kao, directora del Centro DeVos para la Religión y la Sociedad
Civil de la Fundación Heritage, comparte en la web Stream.org que “las
creencias religiosas dan a las personas fortalezas espirituales que
conducen a hábitos saludables y construyen sus redes sociales y les
dan la capacidad de superar obstáculos en la vida”.
Estos resultados son especialmente alentadores en un tiempo en que el número de asistentes regulares a misa parece estar en declive. El estudio podría servir como motivador para los padres que tienen dificultades para que sus hijos reticentes vayan a la iglesia, sobre todo durante los años de adolescencia.
Cerith Gardiner
Fuente:
Aleteia