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El Papa
Pablo VI observa la luna a través
del
telescopio Schmidt en el momento del primer aterrizaje
el 20 de
julio de 1969. Foto: CNS
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Desde las instalaciones del
Observatorio Vaticano en su residencia de verano en Castelgandolfo, siguió por
televisión el acontecimiento.
Al terminar, grabó un mensaje, transmitido la
mañana siguiente por Radio Vaticano y más tarde publicado en L’Osservatore
Romano, en el que destacó que la misión espacial «ya no es una frontera
insuperable», sino «un umbral abierto a la amplitud de espacios ilimitados y
nuevos destinos».
A continuación, honró a los
«responsables, académicos, creadores, organizadores, operadores» de esta gran
hazaña. «¡Honor a todos los que hicieron posible el atrevido vuelo!», exclamó.
El Pontífice también
ofreció a los fieles una extensa reflexión el día del lanzamiento, el 16 de
julio de 1969, en la que recordó que esta aventura «nos obliga a mirar hacia
arriba», a recordar «la inmensa y misteriosa realidad en la que se desarrolla
nuestra vida mínima».
Aquí, añadió, «hay una
pequeña pero siempre excelente lección de catecismo»: Dios vio que «su obra era
buena», «digna de ser conocida por nosotros, poseída, trabajada, disfrutada».
Era el momento de experimentar el «asombro ante la grandeza ilimitada que
tenemos ante nosotros» y «juntos reconocer, confesar, celebrar la necesidad
indisoluble que une la creación con su Creador».
Este nuevo descubrimiento
del mundo creado «es muy importante para nuestra vida espiritual», recalcó.
«Ver a Dios en el mundo y al mundo en Dios». ¿Qué es lo más fascinante?, se
preguntaba el Papa. «¿No es así como se escapa el terror del vacío, ese tiempo
inconmensurable y el espacio ilimitado que se producen alrededor del
microcosmos?». «¿No llegan a nuestros labios palabras superlativas, enseñadas
por Cristo: “Padre nuestro, que estás en el cielo”?». «Que estas palabras
abismales lleguen a nuestros labios mientras contemplamos los grandes hechos de
los primeros astronautas», desafiando «dificultades sin precedentes, tratando
de honrar la inmensa obra del Creador».
C. S. A.
Fuente: Alfa y Omega
