¡Que
los médicos ayuden la vida, no la quiten!
Vincent
Lambert está muriendo. Le han quitado el suministro de alimentación e
hidratación. Con un nuevo tweet, Francisco afirma que una sociedad es humana si
tutela toda vida sin elegir quién es digno o no de vivir
El
Papa ha lanzado hoy un nuevo tweet en su cuenta @Pontifex en nueve idiomas:
«Oremos
por los enfermos que son abandonados hasta dejarlos morir. Una sociedad es
humana si protege la vida, toda vida, desde el inicio hasta su fin natural, sin
decidir quién es digno o no de vivir. ¡Que los médicos ayuden la vida, no
la quiten!»
Este
nuevo tweet de Francisco llega mientras Vincent Lambert está muriendo de hambre
y sed. El enfermero francés de 42 años, en estado vegetativo o de mínima
conciencia tras un accidente de tráfico en 2008, está internado en el hospital
universitario de Reims. El pasado 2 de julio, los sanitarios de la estructura
suspendieron nuevamente el suministro de alimentos e hidratación tras una
larguísima batalla legal que adquirió dimensiones internacionales.
París no acepta la
petición de la ONU
Francia
decidió, al final, no tener en cuenta el llamamiento del Comité de las Naciones
Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que había pedido
seis meses para examinar el caso. La Convención de las Naciones Unidas sobre
los Derechos de las Personas con Discapacidad – que fue ratificada por París,
pero que para el gobierno francés “no es vinculante” – establece en su artículo
25 la necesidad de “adoptar todas las medidas adecuadas para garantizar el
acceso de las personas con discapacidad a los servicios de salud (...),
incluidos los servicios de rehabilitación” y de “prevenir el rechazo
discriminatorio de asistencia médica o de atención y servicios de salud o de
alimentos y líquidos por motivos de discapacidad”.
Un dolor no respetado
Los
padres de Vicente acusan: están matando a una persona discapacitada que no está
en fin de vida, es eutanasia. Y la eutanasia está prohibida en Francia. El
dolor del padre y de la madre, que asisten a la muerte programada de su hijo,
se hace aún más amargo por las críticas, si no por los insultos, de ciertos
sectores que descalifican su tormento al llamarlos “católicos integralistas”.
No ceder a la cultura del
descarte
Ya
el pasado 20 de mayo, cuando los médicos comenzaron a interrumpir la
alimentación e hidratación, que luego se reanudó después de la sentencia del
Tribunal de Apelación, el Papa había lanzado este tweet:
«Roguemos
por cuantos viven en estado de grave enfermedad. Custodiemos siempre la vida,
don de Dios, desde el inicio hasta su fin natural. No cedamos a la cultura del
descarte».
Cada paciente sea tratado
con gran respeto por la vida
El
año pasado Francisco lanzó dos llamamientos públicos por Vincent Lambert,
citando explícitamente su nombre, un caso raro para llamamientos pontificios de
este tipo. El Papa había pensado en su historia, acercándola a la historia del
pequeño Alfie Evans. El 15 de abril de 2018, en ocasión de la Reina Caeli,
dijo:
«Encomiendo
a vuestra oración a personas como Vincent Lambert, en Francia, al pequeño Alfie
Evans, en Inglaterra, y a otros en diversos países, que viven, a veces durante
mucho tiempo, en estado de grave enfermedad, asistidos médicamente para las
necesidades primarias. Son situaciones delicadas, muy dolorosas y complejas.
Oramos para que cada enfermo sea respetado en su dignidad y tratado de manera
adecuada a su condición, con el acuerdo de los familiares, médicos y los
trabajadores de la salud con gran respeto por la vida».
Dios es el único dueño de la
vida
Tres
días después, al término de la audiencia general del 18 de abril de 2018, un
nuevo llamamiento:
«Llamo
la atención de nuevo sobre Vincent Lambert y sobre el pequeño Alfie Evans, y
quisiera reiterar y confirmar con fuerza que el único dueño de la vida, desde
el inicio al final natural, ¡es Dios! Y nuestro deber, nuestro deber es hacer
de todo para custodiar la vida».
Una derrota para todos
El
Papa Francisco, en la estela de sus predecesores, siempre ha tenido palabras
claras sobre el respeto a la vida a 360 grados. El 5 de junio pasado,
dirigiendo sus pensamientos y oraciones a Noa Pothoven, la joven holandesa de
diecisiete años que decidió morir acompañada de médicos especializados en
suicidio asistido, afirmó en otro tweet:
«La
eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta que
hemos de dar es no abandonar nunca a quien sufre, no rendirnos, sino cuidar y
amar a las personas para devolverles la esperanza».
Santa Sede: alimentar e
hidratar a un enfermo es un deber ineludible
Finalmente,
recordamos también el comunicado conjunto sobre el caso, elaborado por el
Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y
la Vida, y por Monseñor Vincenzo Paglia, Presidente de la Academia Pontificia
para la Vida, en el que reiteraron “la grave violación de la dignidad de la
persona, que la interrupción de la alimentación y de la hidratación comporta”,
contestando la decisión de los médicos de Reims, que llamaron “obstinación
irrazonable” mantener vivo a Vincent:
El
“estado vegetativo”, de hecho, es un estado patológico ciertamente grave, que
sin embargo no compromete en modo alguno la dignidad de las personas que se
encuentran en esta condición, ni sus derechos fundamentales a la vida y al
cuidado, entendidos como la continuidad de la asistencia humana de base.
La
alimentación y la hidratación constituyen una forma de cuidados esenciales
siempre proporcionales al mantenimiento de la vida: alimentar a una persona
enferma nunca es una forma de obstinación terapéutica irrazonable, hasta que el
cuerpo de la persona sea capaz de absorber la nutrición y la hidratación, a
menos que cause sufrimientos intolerables o sea perjudicial para el paciente.
La suspensión de tales cuidados representa, más bien, una forma de abandono del
paciente, basada en un juicio despiadado sobre su calidad de vida, expresión de
una cultura del descarte que selecciona a las personas más frágiles e
indefensas, sin reconocer su unicidad e inmenso valor. La continuidad de la
asistencia es un deber ineludible.
Sergio
Centofanti - Ciudad del Vaticano
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