PAPA A TRABAJADORES DE SALUD: APRENDAMOS LA HUMANIDAD DE CRISTO

Este viernes, el Papa Francisco recibe en la Sala Clementina del Vaticano a los miembros de la Asociación Católica de trabajadores de la salud (ACOS)

Papa Francisco y los trabajadores de la salud  (Vatican Media)
Esta mañana el Papa Francisco recibió a los trabajadores de la salud. Les expresó su alegría por el encuentro, así como su “preocupación por defender y promover la vida, empezando por los más desamparados o necesitados de ayuda porque están enfermos, o ancianos, o marginados”.

El Papa les animó a “agradecer al Señor por lo que han recibido de la asociación y por lo que les ha permitido trabajar, en este tiempo, por la mejora del sistema de salud y de las condiciones de trabajo de todos los trabajadores de la salud”.

Reflexión ética

Francisco puso en evidencia los cambios que ha sufrido el sistema de salud en los últimos tiempos, así como la forma en que se atiende la medicina y la relación con los enfermos. Insistió en el análisis ético de la tecnología en el área de la salud, así como “cualquier práctica o intervención médica sobre el ser humano debe ser evaluada cuidadosamente si realmente respeta la vida y la dignidad humana”.

En este campo, el Papa define los alcances de la práctica de la objeción de conciencia: “en casos extremos en los que la integridad de la vida humana está en peligro, se basa, por lo tanto, en la necesidad personal de no actuar de forma diferente a la propia convicción ética, pero también representa un signo para el entorno sanitario en el que uno se encuentra, así como para los propios pacientes y sus familias”.

Esta debe hacerse “con respeto, para que no se convierta en motivo de desprecio o de orgullo lo que debe hacerse con humildad, a fin de no generar en quienes la observan un desprecio igual, que nos impida comprender las verdaderas razones que los impulsan”.

Y sobre esta temática concluye: “Ser compañeros de viaje de los que nos rodean, sobre todo de los últimos, de los más olvidados, de los excluidos: es la mejor manera de comprender en profundidad y con verdad las diferentes situaciones y el bien moral que ello implica”.

Ser testimonio de humanidad

Para el Papa Francisco, los trabajadores deben ser constructores de humanidad siguiendo el ejemplo de Jesús: “Con sus gestos y palabras, nos hizo escuchar el toque y la voz de Dios y nos enseñó que cada individuo, en primer lugar, quien es el último, no es un número, sino una persona, única e irrepetible”.

El Papa observa que los sistemas sanitarios actuales corren el riesgo de fijarse más en los costos que en la atención humana, por eso: “Es precisamente el esfuerzo por tratar a los enfermos como personas, y no como números, lo que debe hacerse en nuestro tiempo y teniendo en cuenta la forma que ha tomado progresivamente el sistema de atención sanitaria”.

El Papa profundiza: “Su corporatización, que ha puesto en primer plano la necesidad de reducir costos y racionalizar los servicios, ha cambiado fundamentalmente el enfoque de la enfermedad y del propio paciente, con una preferencia por la eficiencia que a menudo ha puesto en segundo lugar la atención a la persona, que tiene la necesidad de ser entendida, escuchada y acompañada, tanto como necesita un diagnóstico adecuado y una atención efectiva”.

Curar también el espíritu

Francisco subrayó que “La curación, entre otras cosas, pasa no sólo por el cuerpo sino también por el espíritu, por la capacidad de recuperar la confianza y reaccionar, de modo que el paciente no puede ser tratado como una máquina, ni el sistema sanitario, público o privado, puede ser concebido como una línea de montaje”.

Finalmente, el Papa llamó a los asistentes a formarse, pero esa formación “debe prestar especial atención a la espiritualidad, para que esta dimensión fundamental de la persona, a menudo descuidada en nuestro tiempo, pero tan importante, sea redescubierta y apreciada, sobre todo por los que viven con la enfermedad o están cerca de los que sufren”.

Insistió en fortalecer el trabajo asociativo y les exhortó a confiarse a la Virgen María.

Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano

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