El
Papa Francisco celebra la eucaristía en la Plaza Knyaz Alexander I, situada en
el centro de la capital búlgara. En la homilía recuerda la alegría de la
resurrección y que marca la vida de todo discípulo: Dios llama, Dios sorprende,
Dios ama
El
Papa afirma que Dios nos envía a contagiar, “recordándonos tres realidades
estupendas que marcan nuestra vida de discípulos: Dios llama, Dios sorprende,
Dios ama”.
Dios
llama, denomina Francisco a la primera de las realidades. Desarrolla esta idea
retomando la escena bíblica ubicada en los alrededores del lago de Galilea. A
Pedro Jesús lo llama “a dejar su oficio de pescador para convertirse en
pescador de hombres” (cf. Lc 5,4-11).
La psicología del sepulcro
Sin
embargo, después de la experiencia de la muerte del maestro y a pesar del
anuncio de la resurrección, dice el Papa, “Pedro vuelve a la vida de antes: «Me
voy a pescar», dice. Los otros discípulos no se quedan atrás: «Vamos también
nosotros contigo» (Jn 21,3). Parece que dan un paso atrás; Pedro vuelve a
tomar las redes, a las que había renunciado por Jesús”. Pero, afirma el Papa,
“El Señor sabe lo fuerte que es para nosotros la tentación de volver a las
cosas de antes”.
Continúa
el Papa, “En la Biblia, las redes de Pedro, como las cebollas de Egipto, son
símbolo de la tentación de la nostalgia del pasado, de querer
recuperar algo que se había querido dejar. A esto el Pontífice llama “la
psicología del sepulcro que tiñe todo de resignación, haciendo que nos
apeguemos a una tristeza dulzona que, como polilla, corroe toda esperanza”.
El Señor no se cansa de
llamar
Pero
precisamente allí, afirma el Papa, “En el fracaso de Pedro, llega Jesús,
comienza de nuevo, con paciencia sale a su encuentro y le dice «Simón» (v. 15):
era el nombre de la primera llamada”. Esto es así porque Jesús “No espera
encontrarse con personas sin problemas, sin desilusiones, pecados o
limitaciones. Él mismo enfrentó el pecado y la desilusión para ir al encuentro
de todo viviente e invitarlo a caminar”.
El
Papa insiste en este aspecto y afirma: “Todas las mañanas, nos busca allí donde
estamos y nos invita «a alzarnos, a levantarnos de nuevo con su Palabra, a
mirar hacia arriba y a creer que estamos hechos para el Cielo, no para la
tierra; para las alturas de la vida, no para las bajezas de la muerte». Por eso
subraya: “Cuando la llamada de Jesús es la que orienta nuestra vida, el corazón
se rejuvenece”.
Dios sorprende
Esta
es la segunda realidad de la que habla el Papa Francisco: “Es el Señor de las
sorpresas que no sólo invita a sorprenderse sino a realizar cosas
sorprendentes” … “por ello les propone algo insólito, poniéndonos en movimiento
y lanzándonos nuevamente a arriesgar”.
El
Papa insiste en que Jesús es “el Señor de las sorpresas que rompe los encierros
paralizantes, devolviendo la audacia capaz de superar la sospecha, la
desconfianza y el temor que se esconden detrás del “siempre se hizo así”.
La
sorpresa de Dios se muestra en la manera cómo él nos ve y en la manera en que
nos llama a ver: “porque en el pecado, él ve hijos que hay que elevar de nuevo;
en la muerte, hermanos para resucitar; en la desolación, corazones para
consolar. No tengas miedo, por tanto: el Señor ama tu vida, incluso cuando
tienes miedo de mirarla y vivirla”.
El lenguaje del Señor: el
amor
La
tercera certeza es que Dios ama. “Por eso pide a Pedro y nos pide a nosotros
que sintonicemos con su mismo lenguaje: «¿Me amas?». Pedro acoge la invitación
y, después de tanto tiempo pasado con Jesús, comprende que amar quiere decir
dejar de estar en el centro”.
Pedro,
descentrado “Se reconoce frágil, comprende que no puede seguir adelante sólo
con sus fuerzas. Y se funda en el Señor, en la fuerza de su amor, hasta el
extremo”. Y el Papa continua: “Ser cristiano es una invitación a confiar que el
amor de Dios es más grande que toda limitación o pecado”.
Después,
el Papa cuestiona al auditorio por las dificultades que tenemos para
experimentar a Dios como amor, pues damos testimonio de un Dios lejano al amor.
E insiste: “He aquí el milagro de Dios que, si nos dejamos guiar por su amor,
hace de nuestras vidas obras de arte”.
El
Papa francisco recuerda también, a los testigos de la Pascua que han realizado
obras maestras magníficas, pues “Entregando la vida, fueron signos vivientes
del Señor sabiendo superar la apatía con valentía y ofreciendo una respuesta
cristiana a las inquietudes que se les presentaban”.
En
esto consiste una Iglesia joven, en que es capaz de testimoniar el amor de
Cristo, “un amor que apremia y que nos lleva a ser luchadores por el bien
común, servidores de los pobres, protagonistas de la revolución de la caridad y
del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo consumista
y superficial”.
El
Papa finalizó la homilía animando a los cristianos: “No tengan miedo de ser los
santos que esta tierra necesita, una santidad que no les quitará fuerza, vida o
alegría; sino más bien todo lo contrario, porque ustedes y los hijos de esta
tierra llegarán a ser lo que el Padre soñó cuando los creó (cf. Exhort.
apost. Gaudete et exsultate, 32). Llamados, sorprendidos y enviados por
amor”.
Manuel Cubías – Ciudad del
Vaticano
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