Los apóstoles acompañaron a
Jesús durante tres años en los que cultivaron una amistad personal con Él,
siendo bendecidos sin medida. Es por ello que la pérdida más terrible de sus
vidas ocurrió el Viernes Santo, cuando Jesús murió en la Cruz
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"La Ascensión". Crédito: Giotto di Bondone (1266–1337) |
Sin embargo, tal como
recuerda un blog publicado por el escritor Jhon Clark en el National Catholic
Register, en dos de sus sermones sobre la Ascensión del Señor, el Papa León I
“El Magno”, comentó que la Ascensión fue un momento de alegría para los
apóstoles, y no de tristeza.
“Y, por lo tanto, los
apóstoles más bendecidos y todos los discípulos, que se habían sentido
desconcertados por su muerte en la cruz y hacia atrás al creer en su
resurrección, se vieron tan fortalecidos por la claridad de la verdad, que
cuando el Señor entró en las alturas del cielo, la tristeza no les afectó, e
incluso se llenaron de una gran alegría”, afirmó el Papa.
Como se recuerda, en aquellos
días los apóstoles restantes, con excepción de Juan, se vieron obligados a
reflexionar sobre el hecho de que no habían estado presentes durante la Pasión
y Crucifixión del Señor.
Por ello los apóstoles
anhelaban volver a ver a Jesús y caer sus pies para pedir el perdón de su
Amigo. Tuvieron la oportunidad.
Jesús resucitó de entre los muertos y luego se les apareció, y podemos creer
que su amor y afecto por Cristo fue más fuerte que nunca en estos días después
de la Resurrección.
Sin embargo, el tiempo con Él
fue corto, pues apenas unas semanas después Jesús ascendió al cielo. Los
apóstoles también sabían que Jesús estaba enviando al Espíritu Santo, quien los
consolaría. En su Ascensión, Jesús no los abandonaba; Él iba a preparar un
lugar para ellos en el Cielo, donde no hay tristeza sino solo felicidad.
El Papa León I comentó que
“el motivo de su alegría fue tan grande e impronunciable cuando a la vista de
la santa multitud, por encima de la dignidad de todas las criaturas
celestiales, la Naturaleza de la humanidad subió para pasar por encima de las
filas de los ángeles y elevarse más allá de las alturas de los arcángeles”.
“No solo la fe de los
apóstoles fue confirmada por la Ascensión, sino que los apóstoles finalmente
entendieron las palabras de Jesús: ‘Si voy, y prepararé un lugar para ti,
volveré y te llevaré conmigo; donde yo estoy, tú también puedes estar’ (Juan
14: 3)”, reflexionó.
En ese sentido, de acuerdo
con el Papa León I, los apóstoles fueron revitalizados con alegría.
Santo Tomás de Aquino dijo
que uno de los efectos de la Ascensión es dar esperanza: "Al colocar en el
Cielo la naturaleza humana que Él asumió, Cristo nos dio la esperanza de ir
allí", expresó el santo.
“Fuimos creados por Dios para
compartir su felicidad eterna. Además, debemos regocijarnos por el hecho de que
Jesús todavía está con nosotros en el Santísimo Sacramento. Y así, lo que hasta
entonces era visible de nuestro Redentor se convirtió en una presencia
sacramental", recordó el Pontífice.
De igual manera, el Papa destacó que Jesús ascendió para preparar un lugar para
todos los que lo aman, lo cual debe ser recordado “cuando los problemas del
mundo nos agobien, cuando estemos tentados a la tristeza”.
“Cuando parece que el mal ha
sido victorioso, que el diablo ha ganado de alguna manera, debemos recordar la
Ascensión como prueba de que Cristo ha ganado. De hecho, Él ha conquistado el
mundo. Y conquistó el mal”, afirmó.
Como lo aconsejó el Papa León
I, "y así, amadisimos amores, alegrémonos con alegría espiritual, y
alegremente demos gracias a Dios y levantemos los ojos de nuestros corazones
sin impedimentos a aquellas alturas donde está Cristo".
Este domingo de la Ascensión
debe ser un momento de gran alegría y darnos esperanza a todos los miembros del
Cuerpo Místico de Cristo, así como también recordar que todos están llamados al
cielo.
Traducido y adaptado por
Carla Marquina. Publicado originalmente en NCR
Fuente: ACI