¿Y
si hago el ridículo?
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Desde
hace algunas semanas estoy echando una mano a las cantoras. Bueno, podríamos
decir que, más bien, ¡les estoy echando una voz!
Aparentemente,
lo que tengo que hacer es una cosa sencilla: entonar; esto es, cantar la
primera frase de los salmos o de los himnos... y la verdad es que me están
ayudando mucho para que aprenda.
Pero
he de reconocer que una cosa son los ensayos, y otra cuando llega el momento...
Hay un ingrediente con el que no contaba: los nervios.
Como
cuando estás a punto de hacer una entrevista de trabajo y de pronto crees que
te has quedado en blanco y te sientes ridículo, o cuando tienes que hablar en
una reunión o dar una conferencia, ¿a quién no le asaltan los nervios? Solo que
a unos se nos notan más; y a otros, menos.
Cuando
me toca cantar, de pronto me tiemblan las manos y las piernas, parece que todo
me da vueltas y hasta la garganta se me seca por completo...
Durante
las Vísperas de ayer, el Señor me fue regalando relajarme poco a poco al
hacerme ver que, en realidad, los nervios son fruto del querer hacerlo
perfecto, del no darme la oportunidad de equivocarme... ¡y yo que creía que no
era muy perfeccionista! Los nervios me delataron.
Pero,
con ese diálogo, Él me fue llenando de paz al poder entregarle ese miedo, ese
miedo a equivocarme delante de todos, ese miedo que te hace creer que vas a
hacer el ridículo...
Ahora
no es que no me asalte ese miedo, pero ya le pertenece a Cristo y, con Él,
puedo reírme de mí misma y de mi diálogo interno: “Si te equivocas vas a hacer
el ridículo”. “¿Ah, sí? Bueno, ¿y qué?”
Y
es que el Señor no nos pide una vida sin fallos, ni una vida sin miedos ni
caídas... no nos lo pide, porque sabe que sería imposible. Lo que sí desea es
que todo eso lo vivamos con Él, hasta el punto de que, de Su mano, perdamos el
miedo incluso a que se rompa nuestra propia imagen, incluso a hacer el ridículo
que, si es con Cristo, será un ridículo ungido, capaz hasta de tocar el corazón
de los demás.
Hoy
el reto del amor es perder el miedo al ridículo. Hoy dale la mano a Cristo y
emprende el día con Él. Que ningún miedo te paralice, sino que te lleve a mirar
a Cristo y a servirle con entusiasmo redoblado, hasta por encima de tu propia
imagen.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma