¡Tolón, tolón!
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
La
alegría de estos días brilla en todo: más luz, más fiesta, más aleluyas... Y es
que queremos que en todo se note que Cristo ha Resucitado.
Como
en la Vigilia Pascual, que hay un momento que es... digamos... ¡genial!
Justo
en el momento del Gloria, que Joane contaba ayer que nos quitamos las capas
negras, también hay otro elemento: ¡las campanillas!
Ese
día, nos ponen una campanilla a cada una, y, al comenzar a cantar “Gloria a
Dios en el cielo...”, resuenan tintineos de todos los estilos por la iglesia
entera, ¡y por el pueblo!, pues también ponen en marcha las campanas del
campanario.
En
ese momento no sabemos muy bien si sentir algo de vergüenza, si esconder la
campanilla, si reír o cantar... pero al final todas tocamos para gloria del
Señor.
Como
digo, cada campanilla es diferente: unas son antiquísimas, auténticas reliquias
memorables; otras son súper delicadas; otras son múltiples (varias campanas en
una)...
Este
año, al coger en la mano la mía, no lo pude evitar... me entró la risa: este
año me ha tocado... ¡un cencerro! Sí, sí, eso que llevan las vacas colgando.
Tenía el mismo color, el mismo sonido...
Entre
risas y sonrojos, me surgía comparar la mía con las otras... Inevitable, ¿no?
¿Por qué me habrá tocado este año el cencerro?
Y
el Señor, que tiene un gran sentido del humor, no tardó en contestarme...
“Para
que este año me des gloria como las vacas”.
“¿Cómo
las vacas, Señor?”, me surgía por dentro.
Y
es que, curiosamente, el repicar de campanas de esa noche tiene un gran
significado: cantan la Gloria de Dios, anuncian que ya ha Resucitado, que
Cristo está Vivo. Preludian la fiesta e invitan a todos a participar de esa
alegría.
Así
comprendí que, al igual que las vacas hacen resonar su cencerro solo con andar,
del mismo modo, sentí que, este año, el Señor me invita a que cada paso, cada
momento de mi vida, haga lo que haga, pequeño o grande, todo resuene con un
tono alegre, con Vida. Que la misma vida hable de que Cristo está vivo y es
capaz de hacer plenamente feliz a una persona.
Hoy
el reto del amor es hacer vida normal, pero haciendo resonar tu campanilla. La
vida está llena de días, de horas, de minutos... Tu felicidad y la de los que
te rodean depende de a costa de quién los vivas. Hoy elige vivir a costa del
Resucitado, y tu campanilla o tu cencerro resonarán con fuerza.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma