El
Papa Emérito aborda en un texto el escándalo de los abusos en la Iglesia: una
crisis hecha posible por el eclipse progresivo de la fe en Dios
El Papa Francisco saluda al Papa Emerito Benedetto XVI (Foto de archivo) (Vatican Media) |
“La
fuerza del mal proviene de nuestro rechazo del amor de Dios (....) Aprender a
amar a Dios es, por lo tanto, el camino hacia la redención de los hombres”, así
lo escribe el Papa Emérito Benedicto XVI en un largo texto escrito para la revista
alemana “Klerusblatt” y difundido por la Agencia CNA, en el que
aborda la plaga de los abusos a menores cometidos por miembros del clero.
Gratitud al Papa Francisco
Benedicto
XVI toma inspiración del Encuentro del pasado mes de febrero sobre la protección
de los menores en la Iglesia, promovido por el Papa Francisco para dar “una
señal fuerte” y “hacer que la Iglesia vuelva a ser creíble como luz de los
pueblos y como fuerza que ayuda en la lucha contra los poderes destructivos”.
Afirma que quiere dar su contribución a esta misión “a pesar que ya no tiene
ninguna responsabilidad directa como Emérito” y agradece al Papa Francisco “por
todo lo que hace para mostrarnos continuamente la luz de Dios que aún hoy no ha
llegado al ocaso”.
La revolución sexual de
los años 60
El
texto se divide en tres partes. En la primera parte, Ratzinger habla del
contexto social, la revolución sexual iniciada en los años 60. Es en este
período – escribe – que la pedofilia se consideraba “permitida” y también
“conveniente”. En este período se registran "el colapso de las vocaciones
sacerdotales" y "el enorme número de dimisiones del estado
clerical", junto con el "colapso de la teología moral católica"
que – afirma Benedicto XVI – comienza a ceder a las tentaciones relativistas.
Según cierta teología – observa – "no podía haber algo absolutamente bueno
o menos aún algo siempre malo, sino sólo evaluaciones relativas. Ya no había
nada bueno, sino sólo lo que es relativamente mejor en este momento y
dependiendo de las circunstancias".
Protestas contra el
magisterio de la Iglesia
Ratzinger
cita la Declaración de Colonia de 1989, firmada por 15 teólogos católicos, que
se convierte en "un grito de protesta contra el Magisterio de la
Iglesia" y contra Juan Pablo II. En este periodo nace la Encíclica Veritatis
splendor, publicada en 1993, que contiene "la afirmación de que hay
acciones que no pueden jamás llegar a ser buenas". "En amplios
sectores de la teología moral – agrega – se desarrolla "la tesis de que la
Iglesia no tiene y no puede tener moral propia", una concepción – observa
– que "cuestiona radicalmente la autoridad de la Iglesia en el campo
moral" y que, en última instancia, "obliga a silenciarla precisamente
allí donde está en juego la frontera entre verdad y mentira".
Consecuencias en los
seminarios
En
la segunda parte del texto, el Papa Emérito habla de las consecuencias de este
proceso sobre la formación y la vida de los sacerdotes. "En varios
seminarios – escribe – se formaron clubes homosexuales que actuaban más o menos
abiertamente". "La Santa Sede conocía estos problemas, sin haber sido
informada en detalle". "El sentimiento del Concilio se entendía, en
efecto, como una actitud crítica o negativa hacia la tradición vigente hasta
ese momento, que ahora debía ser sustituida por una nueva relación,
radicalmente abierta, con el mundo" hasta "desarrollar una especie de
nueva y moderna "catolicidad"".
La respuesta de la Iglesia
a los abusos
Benedicto
XVI subraya que la cuestión de la pedofilia, que él recuerda, "sólo se
hizo candente en la segunda mitad de los años 80" y que en un primer
momento se trató de una manera blanda y lenta, garantizando en particular los
derechos de los acusados, haciendo que las condenas sean casi imposibles. Por
eso, concuerda con Juan Pablo II en la conveniencia de atribuir a la
Congregación para la Doctrina de la Fe la competencia en materia de abusos
contra menores, a fin de "poder imponer legítimamente la pena máxima",
a través de "un verdadero proceso penal": la dimisión del estado
clerical. Sin embargo, hubo retrasos que "deberían haberse evitado".
Por esta razón – observó – "el Papa Francisco emprendió nuevas
reformas".
El antídoto al mal es
abandonarse al amor de Dios
En
la tercera parte del texto, Benedicto XVI se pregunta cuáles son las respuestas
correctas de la Iglesia. "El antídoto contra el mal que nos amenaza a
nosotros y al mundo entero – dice – sólo puede consistir últimamente en el
hecho de que nos abandonemos" al amor de Dios: "Éste es el verdadero
antídoto contra el mal". "Un mundo sin Dios sólo puede ser un mundo
sin sentido", en el que ya no existen "los criterios del bien y del
mal", sino sólo la ley del más fuerte: "El poder se convierte entonces
en el único principio. La verdad no cuenta, al contrario, no existe
realmente". Hay una fuerte acusación contra la sociedad occidental
"en la que Dios está ausente en la esfera pública y para la que no tiene
nada más que decir". Y por eso es una sociedad en la que el criterio y la
medida de lo humano se pierde cada vez más" y puede llegar a ser
"obvio lo que es malo y destruye al hombre", como en el caso de la
pedofilia: "Teorizada, no hace mucho, como completamente correcta, se ha extendido
cada vez más". La respuesta a todo esto – escribe – es volver "de
nuevo a aprender a reconocer a Dios como fundamento de nuestra vida".
La fe en la Eucaristía
En
esta perspectiva de retorno a Dios, el Papa Emérito habla también de la
necesidad de renovar la fe en la Eucaristía, a menudo degradada a un
"gesto ceremonial" que destruye "la grandeza del misterio"
de la muerte y resurrección de Cristo. En cambio, es necesario "comprender
de nuevo la grandeza de su pasión, de su sacrificio. Y debemos hacer todo lo
posible para proteger el don de la Sagrada Eucaristía de los abusos".
Ninguna esperanza de una
Iglesia hecha por nosotros
"Si
reflexionamos sobre qué hacer – explica – es evidente que no necesitamos otra
Iglesia inventada por nosotros". "Hoy en día, la Iglesia es vista en
gran parte sólo como una especie de aparato político". "La crisis
causada por muchos casos de abusos por parte de los sacerdotes nos empuja a
considerar a la Iglesia incluso como algo mal hecho que debemos tomar en
nuestras manos y formar de una manera nueva y decisiva. Pero una Iglesia hecha
por nosotros no puede representar ninguna esperanza".
Las mentiras del diablo
Benedicto
XVI señala la acción del diablo, el acusador que "quiere demostrar que no
hay hombres justos", denigrando así también a Dios: "No, aún hoy la
Iglesia no está formada sólo por malos peces y cizaña. La Iglesia de Dios está
allí también hoy, y también hoy es el instrumento con el que Dios nos salva. Es
muy importante contrastar las mentiras y medias verdades del diablo con toda la
verdad: sí, el pecado y el mal están presentes en la Iglesia. Pero también hoy
existe la santa Iglesia que es indestructible". "La Iglesia de hoy es
como nunca antes una Iglesia de mártires y, por tanto, testigo del Dios
vivo".
El Papa Francisco muestra que
la luz de Dios no ha pasado
Al
final del texto, el Papa Emérito observa que "ver y encontrar la Iglesia
viva es una tarea maravillosa que nos fortalece y que siempre nos hace
regocijarnos en la fe". Y concluye expresando su gratitud al Papa
Francisco por lo que está haciendo para mostrar a todos que la luz de Dios
también hoy no ha pasado: "¡Gracias, Santo Padre!”.
Sergio
Centofanti – Ciudad del Vaticano
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