Ayer
se conmemoraron a 861 sacerdotes polacos asesinados en Dachau, primer campo de
concentración alemán donde fueron deportados sacerdotes de toda Europa. Más de
la mitad provenían de Polonia
Una imagen de lo que queda del campo de concentració alemán de Dachau |
El
21 de marzo de 1933, Dachau, una pequeña ciudad al sur de Alemania a sólo
13 km al noroeste de Múnich, comenzó el período más oscuro y dramático de su
larga existencia.
La
vida de la pequeña ciudad alemana cambió completamente después de que diario
local Münchner Neuesten Nachrichten, dio la noticia, firmada por Heinrich
Himmler, presidente de la policía de Munich y jefe de las SS: el miércoles 22
de marzo de 1933 se abriría en las cercanías de Dachau el primer campo de
concentración.
Dachau, primer campo de
concentración
El
campo de concentración de Dachau fue el primero de los campos de exterminio del
Tercer Reich, para la detención de los enemigos de Hitler. Allí, después del
estallido de la guerra, también fueron deportados prisioneros de otros países
ocupados por los alemanes. En Dachau, una de cada tres personas asesinadas era
de nacionalidad polaca. El régimen nazi que había ocupado Polonia, quería
eliminar físicamente las élites del país: intelectuales, oficiales, y reducir a
la población a mano de obra barata. Entre los deportados se encontraban también
clérigos: 1773 sacerdotes.
El principal lugar de
martirio de los sacerdotes polacos
En
Dachau, entre los 2794 sacerdotes de diversas nacionalidades, 1773 eran polacos
y de ellos 861 fueron asesinados. Este campo se convirtió entonces en
el principal lugar del martirio de los sacerdotes polacos. Allí
murieron también asesinados, entre los sacerdotes, Michal Kozal, obispo
auxiliar de Wroclaw (beatificado por Juan Pablo II el 10 de junio de 1987) y
Wladyslaw Goral, obispo de Lublin.
Un
sufrimiento, el de los sacerdotes presos en los campos de concentración,
todavía poco conocido. Estos mártires, pudieron haber dejado el campo de
Dachau en cualquier momento, con la condición de renunciar a su fe y apoyar al
gobierno alemán, pero no lo hicieron.
Testimonios de la victoria
de Cristo
El
13 de junio de 1999, el Papa Juan Pablo II beatificó en Varsovia, a un grupo
de 108 mártires polacos de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellos,
estaban también los sacerdotes polacos. En su homilía el Papa santo habló de “la
victoria de los que, en nuestros tiempos, dieron la vida por Cristo”:
“Es
una victoria particular, porque la han conseguido representantes del clero
y laicos, jóvenes y ancianos, personas de todas las clases y estados”. Y entre
ellos el Papa peregrino recordó a “monseñor Wladyslaw Goral, de Lublin,
torturado con especial odio sólo porque era obispo católico” en Dachau y al
"arzobispo Antoni Julián Nowowiejski, pastor de la diócesis de Plokc,
torturado hasta la muerte en Dzialdowo".
Juan
Pablo II elogió también a “sacerdotes diocesanos y religiosos, que prefirieron
morir con tal de no abandonar su ministerio, y otros que murieron atendiendo a
sus compañeros de prisión enfermos de tifus”, y a quienes “fueron torturados
hasta la muerte por defender a los judíos”. “Si hoy nos alegramos por la
beatificación de 108 mártires, clérigos y laicos, - evidenció - lo hacemos ante
todo porque son un testimonio de la victoria de Cristo, el don que
devuelve la esperanza”.
Sacerdotes reunidos en
memoria de sus hermanos mártires
El
29 de abril 2015, con ocasión del cumplimiento de 70º aniversario de la
liberación del campo de concentración de Dachau, la Iglesia de Polonia recordó
a los numerosos sacerdotes que murieron en ese campo de concentración alemán a
causa de la persecución nacista. Al acto de conmemoración asistieron alrededor
de 800 sacerdotes y 30 obispos polacos.
Francisco recuerda a un
sacerdote asesinado en Dachau
El
25 de septiembre de 2016, a la hora del Ángelus dominical, el Papa Francisco
recordó al “beato Engelmar Unzeitig, sacerdote de la congregación de los
Misioneros de Mariannhill”. Recordando al beato “asesinado por odio a la fe en
el campo de exterminio de Dachau”, el Papa afirmó:
“Él
contrapuso el amor al odio, a la ferocidad respondió con la mansedumbre. Que su
ejemplo – expresó Francisco - nos ayude a ser testimonios de caridad y de
esperanza en medio de las tribulaciones”.
María
Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano
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