Orante,
paciente, silencioso: san José, el santo del silencio
El honor más
grande de san José es que Dios le confió sus dos más preciosos tesoros: Jesús y
María. San Mateo dice que era descendiente de la familia de David. Una muy
antigua tradición dice que murió un 19 de marzo.
De san José
únicamente existen los datos históricos que Mateo y Lucas narran en sus
evangelios. Sobre todo hablan de sus sueños y de sus sufrimientos.
Sueños
San José fue
alentado en sueños a hacer la voluntad de Dios, para cumplir su importante
misión en la Historia de la Salvación.
Pero también
como los profetas, para poder tener esos sueños y poder entenderlos,
fue un hombre de oración. En realidad, a cualquier hombre de Dios,
contemplativo y confiado, no le es difícil saber, a través de mil modos
distintos, cuál es la voluntad de Dios.
Mateo narra cómo
san José, al darse cuenta de que Ella estaba esperando un hijo sin haber vivido
juntos los dos, y no entendiendo aquel misterio, en vez de denunciarla, dispuso
abandonarla en secreto.
Y dice el
evangelio que su determinación se debió a que “José era un hombre justo”. En la
Biblia, “ser justo” es lo mejor que un hombre puede ser. Pero en un
sueño fue advertido de a Quién esperaba María era el Hijo del Altísimo.
Los otros dos
sueños son los de Belén y Egipto: en el
primero, un ángel le comunicó que Herodes buscaba al Niño Jesús para matarlo, y
que debía salir huyendo a Egipto. En el segundo, el ángel le comunicó que ya
había muerto Herodes y que podían volver a Israel.
Hay otro sueño
apócrifo, es decir, transmitido fuera de la Sagrada
Escritura y de la Tradición, por lo que no tiene ni confirmación histórica y
forma parte de la fe. Pero es interesante conocerlo porque esta presente en la
iconográfica del santo:
La leyenda
cuenta que doce jóvenes pretendían casarse con María, y que cada uno
llevaba en su mano un bastón de madera muy seca.
Y que en el
momento en que María debía escoger entre los
12, he aquí que el bastón que José llevaba milagrosamente floreció. Por eso
pintan a este santo con un bastón florecido en su mano.
5 dolores y 5
alegrías
En los
Evangelios encontramos también cinco grandes dolores de san José. Pero a cada
dolor le corresponde una inmensa alegría:
El primer
dolor: Ver nacer al Niño Jesús en una pobrísima cueva en Belén, y no lograr
conseguir ni siquiera una casita pobre para el nacimiento. A este dolor correspondió la alegría de ver y oír a los ángeles pastores
llegar a adorar al Divino Niño, y luego recibir la visita de los Magos de
oriente con oro, incienso y mirra.
El segundo
dolor fue el día de la Presentación del Niño en el Templo, al oír al profeta
Simeón anunciar que Jesús sería causa de división y que muchos irían en su contra y que por esa causa, un puñal de
dolor atravesaría el corazón de María. A este sufrimiento correspondió la
alegría de oír al profeta anunciar que Jesús sería la luz que iluminaría a
todas las naciones, y la gloria del pueblo de Israel.
El tercer dolor
fue la huida a Egipto. Tener que huir
por entre esos desiertos, sin sombras ni agua, y con el Niño recién nacido. A
este sufrimiento le correspondió la alegría de ser muy bien recibido por sus
paisanos en Egipto y el gozo de ver crecer al Divino Niño.
El cuarto dolor
fue la pérdida del Niño Jesús en el templo y la angustia de buscarlo por tres
días. A este sufrimiento le siguió la alegría de
encontrarlo sano y salvo y de tenerlo en sus casa hasta los 30 años y verlo
crecer en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres.
El quinto dolor
fue la separación de Jesús y de María al llegarle la hora de morir. Pero a este sufrimiento le siguió la alegría, la paz y el consuelo de morir
acompañado de los dos seres más santos de la tierra.
Orante,
paciente, silencioso. Con María su esposa, hizo grandes cosas dejándose hacer
por Dios: san José, el santo del silencio.
Es un caso
excepcional en la Biblia: no se le escucha ni una sola palabra. No
es que haya sido uno de esos seres que no hablaban nada, pero seguramente fue
un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: “Sean pocas tus
palabras”.
Quizás Dios ha
permitido que de tan grande amigo del Señor no se conserve ni una sola palabra,
para enseñarnos a amar también nosotros en silencio. “San José, Patrono de
la Vida interior, enséñanos a orar, a sufrir y a callar“.
Manuel Bru
Fuente: Aleteia