Aquellos fueron los primeros 40 pozos impulsados
por la religiosa, que se hizo monja a los 21 años con la ilusión de irse a
África a cuidar a los leprosos
Las mujeres de M’bour iban a por agua mientras los hombres se dedicaban a
emborracharse. Todo cambió cuando sor Hortensia Perosanz intervino e impulsó la
construcción de 200 pozos de agua. La religiosa será protagonista este sábado
en La noche de Cadena 100.
M’bour, Senegal. La imagen era tan surrealista como
injusta. «No había agua y las mujeres se tenían que ir lejísimos a buscarla.
Mientras, los hombres se tumbaban debajo de un árbol y se dedicaban a jugar y a
emborracharse». Sor Hortensia Perosanz, de la orden de la Inmaculada Concepción
de Castres, estaba dispuesta a darle la vuelta a la situación y comenzó a
formar a las mujeres.
Esto levantó
suspicacias entre los hombres, que «me acusaban de ayudarlas a levantarse
contra ellos». Nada más lejos de la realidad. Sin embargo, esta religiosa
burgalesa aprovechó las protestas de los hombres para involucrarlos en el
proyecto y ayudarlos a solucionar sus problemas concretos: «Vosotros, ¿por qué
no os ponéis a trabajar? No tenéis agua para el campo: ¿por qué no hacemos un
pozo?».
La propuesta
parecía improvisada, pero detrás había un profundo análisis de la situación. La
falta de agua afectaba a la salud de las personas, a la de los campos –de los
que solo surgían brotes verdes cuando aparecía la lluvia–, condenaba a las
mujeres a una larga caminata y los hombres lo utilizaban de escusa para
resignarse a un destino a la sombra ¡de los árboles!, con el consiguiente mal
ejemplo para sus hijos.
Entonces,
comenzaron a recopilar donativos con los que fueron construyendo, uno a uno,
hasta 40 pozos. «Cambió por completo la vida en el pueblo», asegura Perosanz,
que tiene 76 años y lleva 53 de misión en Senegal. «Todas las familias hicieron
un huerto», lo que contribuyó a un aumento de su nivel económico: «antes no
tenían casi ingresos y tenían que malvender el mijo para poder comprar un poco
de petróleo para las lámparas.
El agua
aumentó considerablemente las cosechas, los ingresos por la venta de los
productos y así las familias podían hacer frente a los gastos de la casa y del
colegio más fácilmente». Por otro lado, las mujeres ya no tenían que dedicar
tiempo a la tediosa y extenuante tarea de ir a por el agua y los hombres
abandonaron la sombra para entregarse al cultivo. «Ahora los niños ven a sus
padres trabajar, eso también educa y les podemos exigir que ellos también
trabajen en la escuela», afirma sor Hortensia.
Aquellos fueron los primeros 40 pozos impulsados
por la religiosa, que se hizo monja a los 21 años con la ilusión de irse a
África a cuidar a los leprosos. Sin embargo, sor Hortensia replicaba este
modelo con cada cambio de misión ordenado por su congregación y así ya ha
construido más de 200 por todo Senegal, lo que le ha valido el sobrenombre de la monja pocera. Pronto se sumarán
otros 50 en la zona de Sangué, donde actualmente reside la religiosa. «Aquí
cuesta más trabajo excavarlos. Hay muchas más rocas en el suelo y es una labor
que hacen a mano. Ahora nos cobran 50.000 francos por metro cuando en M’bour
pagábamos solo 6.000», asegura.
Más allá del agua
Con las mujeres, el
proyecto estrella es el de la jabonería. «De forma directa, damos trabajo a
cinco mujeres, pero indirectamente a varias más. Son muchas las que vienen,
compran nuestros jabones y luego los revenden», explica. Si bien es cierto que
el programa al que más esfuerzo dedican en la actualidad las cuatro religiosas
de la comunidad de Sangué es a la escuela, donde reciben diariamente a cerca de
160 niños. «En este pueblo faltaba la educación. Hay una escuela pública, con
la que nos llevamos bien, pero están siempre de huelga y no tienen la misma
seriedad. Nos ha dado muchas alegrías, sobre todo porque ha contribuido a
normalizar las relaciones entre los musulmanes y los católicos», asegura
Perosanz.
Pero si todos estos
proyectos han podido salir adelante, así como el dispensario médico y la casa
de acogida para voluntarios que también regentan las religiosas de la
Inmaculada Concepción de Castres, ha sido por su propio esfuerzo, el de su
congregación y la constante ayuda económica que «me ha brindado Manos Unidas en
todas las misiones en las que he estado. Me han ayudado muchísimo».
Ahora, desde la ONG
católica han vuelto a responder a la petición de ayuda de la monja
pocera. El objetivo es «construir las dos clases que nos faltan para
completar el ciclo escolar y poder entregar a nuestros alumnos el certificado
escolar», explica la religiosa. La construcción se financiará gracias al
acuerdo de colaboración entre Cadena 100 y Manos Unidas, que decidieron
destinar parte de la recaudación obtenida de la venta de entradas del concierto
solidario La noche de Cadena 100 2019 –que se celebra este sábado, 23 de marzo–
al proyecto de sor Hortensia Perosanz y sus hermanas.
José Calderero de Aldecoa
Fuente: Alfa y Omega