La vida
consagrada totalmente al Señor sigue teniendo atractivo entre los jóvenes, pese
a que las cifras de vocaciones puedan indicar lo contrario, especialmente entre
los jóvenes españoles
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Visitas de los jóvenes de Hakuna a las religiosas
de Iesu Communio en La Aguilera. Foto: Hakuna
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Iniciativas como los encuentros de los jóvenes de Hakuna con comunidades
religiosas permiten conectar dos mundos que parecen distintos pero que
coinciden en el mismo entusiasmo y frescura por seguir a Cristo. Y además,
surgen vocaciones.
Surgió de improviso un fin
de semana. Un mensaje enviado a varios grupos de Whatsapp circuló con rapidez
por Madrid: «Nos han contado que hay unas monjas de clausura que están
por el barrio de Salamanca. Es una orden que está envejeciendo, pero son
personas que han dado la vida entera en lo escondido y han sido fieles rezando
por todos y cada uno de nosotros.
Queremos organizar una
adoración el domingo por la tarde. Tenemos que mostrarles que su vida es
preciosa. Sería un regalo para ellas enseñarles que sus oraciones tienen fruto
y que hay mucha gente joven que reza. Es un voluntariado alucinante ir a ver a
aquellas que nadie visita. Tenemos que conseguir que vayamos mucha gente para
darles las ¡gracias!».
Ese domingo, hace apenas
tres semanas, sor Elvira, una dominica del convento de la calle Claudio Coello
fue como cada tarde a abrir las puertas de la iglesia y se encontró algo
inaudito: cerca de 200 personas esperando para entrar a rezar, la mayoría
jóvenes, y también matrimonios y niños. «Fue increíble, nunca había visto nada
igual. La iglesia se puso de bote en bote, fue algo precioso. “Pero si casi no
hemos podido entrar”, nos decía la gente que viene a Misa habitualmente. Eran
muchísimos jóvenes, y verlos aquí fue muy bonito, nos hizo mucho bien».
«Llevan a Dios dentro»
Álvaro Vázquez es uno de
los jóvenes de la asociación Hakuna que organizó aquel encuentro: «Nosotros
tenemos dos pilares: la adoración al Santísimo y la caridad, y gracias a esto
último hemos conocido a muchas monjas que dedican su vida a los más pobres y a
los enfermos. Precisamente, la visita a las dominicas nos la sugirió una de las
misioneras de la Caridad con las que trabajamos, y enseguida lo organizamos
para que vieran a jóvenes que quieren dar a conocer a Cristo, acompañarlas y
decirles que somos todos Iglesia».
Una vez dentro, al colocar
los micrófonos para las canciones, «una de las hermanas no paraba de repetir:
“¡Qué barbaridad!”. Estaban emocionadas, muy conmovidas y contentas», recuerda
Álvaro, que explica que tienen una relación muy estrecha de los jóvenes de
Hakuna con las misioneras de la Caridad, con las que trabajan como voluntarios,
o las religiosas de Iesu Communio, que acogen habitualmente los retiros de la
asociación. «Yo estoy alucinado de lo que descubro cuando trato con ellas
–reconoce–. Se les ve una felicidad absolutamente increíble. Notamos que son el
pulmón de la Iglesia y que nos están sosteniendo con su oración. Nos sentimos
en deuda de agradecimiento con ellas».
«Nos recuerdan lo
importante»
Además, «aunque a primera
vista su vida pueda parecer absurda e inútil a los ojos del mundo, en términos
utilitaristas y de rentabilidad, la vida que llevan es increíble y eso se nota
en cuanto hablas con ellas, en cómo te sonríen y se vuelcan contigo. Se les
nota que llevan a Dios dentro». Por eso, «nos gusta pasar un tiempo con ellas
de vez en cuando, porque nos recuerdan qué es de verdad lo más importante de la
vida. Estar con ellas es como pasar un rato en el Cielo».
Precisamente el atractivo
que sigue teniendo la vida consagrada totalmente al Señor entre los jóvenes es
la razón que ha empujado a María, una joven de Hakuna, a entrar en el convento
de la Encarnación, en Ávila. En conversación con Alfa y Omega horas
antes de entrar en la clausura, María reconoce que «nunca había tenido una
relación con monjas antes», pero tras un tiempo alejada de la Iglesia decidió
volver de un modo «tan fuerte» que sentía que «Dios me pedía entregarme en la
oración y llevar una vida decididamente cristiana».
El desierto, en Londres
María se fue una temporada
a Londres como au pair para pensar y rezar. «Fue mi desierto»,
indica, y allí «le dije “sí” a Dios, para lo que quisiera». La llamada se
concretó cuando empezó a leer a los santos carmelitas, «y cada vez tenía más
claro que encajaba allí. Anhelaba un tipo de vida que coincidía con el suyo.
Empecé a practicar la virtud de la obediencia, el silencio, la contemplación…
No sabía por dónde empezar pero confiaba en que Dios me pondría el convento que
Él quisiera». Y así, a sus 23 años, ha dejado sus estudios de Ingeniería para
entrar en el carmelo en el que ingresó la misma santa Teresa de Jesús.
Horas antes de entrar, las
sensaciones son cambiantes: «Muchas paz y tranquilidad, pero mucha emoción
también», reconoce María, que no esconde sus ganas por empezar a conocer un
tipo de vida que Dios el ha ido marcando estos años.
Atrás queda su familia y
sus amigas, a las que «no les ha extrañado mucho mi recorrido. Como ya me veían
muy metida en el tema de Dios, lo han visto normal. Les extrañó más mi
conversión. Ahora es como si hubiera encontrado mi sitio. Muchos se han
alegrado, a la gente le emociona que haya quien se entregue a Dios así. Hasta
mi mejor amiga de Londres, que es atea, se alegró mucho cuando se lo dije».
«La llamada de Dios es
distinta para cada uno y cada persona la vive a su manera», confirma sor
Elvira, la religiosa dominica de Claudio Coello, que señala que «nosotras no
estamos encerradas entre cuatro paredes, sino que somos muy libres. Yo estoy
aquí contenta desde que entré. Es que si no estuviera contenta, me moriría»,
ríe.
Su hermana sor María
Victoria recuerda que, durante la conversación con algunos de los chicos en el
locutorio, «me llamó la atención lo profundos que eran. Nos contaron que iban
rezando el rosario por la calle, que iban a la adoración… Uno incluso dijo que
estaba planteando hacer una experiencia vocacional como cartujo. Fue una experiencia
muy bonita». A las monjas les gustó comprobar «cómo los jóvenes se enganchan,
lo convencidos que están de lo que creen y cómo se animan a convencer a otros.
Y cómo se necesitan unos a otros para mantener su fe».
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega