En
ebullición
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Como
somos tantas, la leche para desayunar se calienta en una cazuela al fuego. La
verdad es que es un sistema con el que me peleo siempre; te preguntaras por
qué... y es que no hay día que no se me “sobre la leche”.
Enciendo
el fuego, estoy pendiente, empieza a salir humo, pero no me creo que esté
caliente hasta que la espuma empieza a subir. Total, que basta que me den un
recado, que me vuelva un instante o que vaya un momento a hacer otra cosa, para
que la cazuela comience a desbordarse dejando una piscina de leche medio
tostada alrededor del fuego y, claro, luego toca limpiar.
Hace
una semana, el desastre fue doble: uno en el desayuno y otro en la cena. Miraba
hacia los fuegos y me decía: “La próxima vez tengo que parar a tiempo”.
Hoy
en la oración veía el vivir de Cristo como ese “parar a tiempo”, parar antes de
entrar en ebullición, de que se nos “desborde la cazuela”. Apagar los fuegos en
cuanto comienza a salir humo porque te empiezas a enfadar, porque las cosas no
están en su sitio, porque te aferras a tus razones contra esa persona con la
que has tenido un encontronazo, porque sientes el peso de la tristeza.
Hay
señales de humo que nos van quitando la paz: es momento de parar, apagar los
fuegos. Quizá no nos saldremos con la nuestra, pero nos llenaremos de alegría
por haber apostado por el Amor. Dentro de nosotros, sabemos que hay un momento
en que se pueden “apagar los fuegos”, un momento en que se nos presentan dos
caminos a escoger. ¿Qué camino vas a elegir?
Jesús
nos dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy” (Jn 14,27). En Él es donde se apagan
los fuegos. Es Jesús el que devuelve la paz, el que ordena tu corazón y orienta
tus pasos hacia el Amor, haciendo relativo lo que no es importante.
Hoy
el reto del Amor es que, si en algún momento sientes la leche entrar en
ebullición, pares antes de que se desborde. Ve a una iglesia, a tu habitación,
a un lugar en el que puedas parar un momento, y habla a Jesús de ese “calentón”
que está a punto de hacerte desbordar. No salgas hasta que sientas Su paz y hayas
optado por apagar el fuego. Y si ya te has “desbordado”, pide perdón a la
persona que haya podido quedar herida, ¡y a seguir caminando!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma