Perspectiva
geográfica
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Los
gritos de emoción ante la primera nevada se repiten cada año. Ver la huerta
vistiéndose de blanco, ¡es un espectáculo maravilloso!
-Hay
que ver cómo nieva -comentó Israel.
-¡Uy,
y esto no es nada! -respondí- Cuando he mirado por la ventana al levantarme,
¡caían unos copos como puños!
-¡¡Anda
que eres exagerada!! -rió Joane.
¡¡Te
aseguro que esta vez estaba siendo de lo más realista!! ¡¡Por la mañana eran
unos copos de campeonato!!
-Yo
también los he visto y no eran para tanto -dijo Joane. Y, con una sonrisa
pícara, añadió- Estos de Madrid, que en cuanto caen dos copos dicen que es “la
gran nevada”...
Nuestras
carcajadas debieron de oírse por todo el convento. Claro, Joane es del norte,
¡y se necesita mucha nieve para impresionarla!
La
nieve había sido la misma, pero cada una la veíamos diferente, según el lugar
de donde venimos. ¡Nos marca nuestro origen, es la referencia que tenemos!
Todo
ser humano actúa por referencia. Y, lo mismo que nos afecta para catalogar la
nieve, también nos lleva a ser de una forma u otra: como te han amado, es como
amas; si te han perdonado, perdonas...
La
cuestión es que cualquier referente humano es muy pobre. Al fin y al cabo,
¡todos somos débiles! En algún momento todos nos enfadamos, juzgamos o
criticamos... y por eso nuestras referencias no son siempre buenas.
¿Cuál
es entonces la solución? ¡¡Cambiar nuestro origen!!
Jesús
no dice que tenemos que ser “buenos”, ¡dice que tenemos que ser “nuevos”! ¡Ser
criaturas nuevas, tener nuestro nuevo origen en Él!
Cristo
te invita a que le dejes ser el origen en tu vida, lo que sucede primero: Él es
el primero en perdonarte, en escucharte, ¡en amarte! Al experimentar este amor
infinito, maravilloso, ¡cambia tu referencia!
Ya
no amarás como otros te amaron, ¡amarás como Cristo te ama! Y, con la mirada de
Cristo, las debilidades de los demás, no serán motivo de juicio, sino de
misericordia.
Hoy
el reto del amor es dejar que Cristo sea tu referencia. Para ello, te invito a
que, a mitad de la jornada, pares un momento para mirar al Señor. ¡Ponte una
alarma, si necesitas! RegálaLe un minuto, déjate amar por Él. Y, cuando alguien
se acerque a ti, pregunta al Señor: “¿Y tú cómo lo ves?” ¡Descubrirás que hasta
los copos de nieve son distintos! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma