Hacia
la reunión con los Presidentes de las Conferencias Episcopales de la Iglesia
Católica sobre el tema de la protección de menores y adultos vulnerables
El Papa con obispos. (Vatican Media) |
Hay
una expectativa mediática excesiva con vistas a la próxima reunión convocada
por el Papa Francisco sobre el tema de la protección de los menores y de los
adultos vulnerables, como si se tratara de un acontecimiento a medio camino
entre un Concilio y un Cónclave. Una expectativa que corre el riesgo de hacer
pasar en segundo plano el significado eclesial de un encuentro entre Pastores,
entre los Presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo, quienes
junto al Sucesor de Pedro reflexionarán sobre el tema de los abusos.
Ante
todo hay que subrayar la universalidad típica de la Iglesia Católica que se
refleja en el encuentro: la presencia de los Episcopados de todo el mundo
llamados, por primera vez todos juntos, a afrontar esta dolorosísima plaga que
ha sido, y es, fuente de enormes sufrimientos para las víctimas y de contra
testimonio evangélico, ayudará a acrecentar la conciencia de todos sobre la
gravedad de la crisis. El fenómeno de los abusos contra menores, las dramáticas
experiencias de las víctimas, los procedimientos que deben aplicarse ante las denuncias
y las directrices para garantizar un ambiente seguro a los niños y a los
jóvenes se examinarán, por lo tanto, desde una perspectiva no sólo europea o
estadounidense.
El
objetivo de la reunión es muy concreto: hacer que cada uno de los que participarán
en ella pueda regresar a su propio país teniendo absolutamente claro lo que se
debe hacer (y no hacer) frente a estos casos. Cuáles son los pasos que deben
darse para tutelar a las víctimas, respetando la verdad y a las personas
implicadas, para lograr que nunca más ningún caso sea ocultado o encubierto.
Obviamente
habrá que esperar el diálogo entre los Obispos y las propuestas que se
presentarán para aclarar o especificar mejor algunos aspectos especiales de la
normativa vigente en esta materia. Con la conciencia de que no se trata de un
“año cero” en la lucha contra los abusos, porque en los últimos dieciséis años
se han dado muchos pasos significativos y concretos. Las normas para actuar han
sido establecidas e intensificadas por voluntad de los últimos Pontífices y en
algunos casos pueden ser definidas “de emergencia”, dada la rapidez de acción
que permiten con respecto a quienes se han manchado con este delito.
Pero
las normas, las leyes, los códigos y los procedimientos cada vez más
perfeccionados no bastan, no podrán bastar jamás si no cambian la mentalidad y
el corazón de quienes están llamados a aplicarlos. Por eso Francisco sigue
indicando el camino de la conversión. Por eso es importante que cada uno de los
participantes en el encuentro escuche los testimonios de las víctimas
supervivientes y tome como ejemplo el testimonio de Benedicto XVI y de su
Sucesor, que en los últimos diez años, en diversas partes del mundo, han
acogido a las víctimas, las han escuchado, y han llorado con ellas compartiendo
su sufrimiento.
Francisco,
en su reciente discurso a la Curia Romana, después de haber reafirmado que
incluso un caso de abuso sería ya “una monstruosidad por sí mismo”, había
añadido que la reunión de febrero servirá para tratar “de transformar los errores
cometidos en oportunidades para erradicar” la plaga de los abusos “no sólo del
cuerpo de la Iglesia, sino también de la sociedad”.
Andrea
Tornielli - Ciudad del Vaticano
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