Se
cumplen 40 años de la masacre del Templo del Pueblo del “reverendo” Jim Jones
en Guyana
Nancy Wong (CC-BY-SA-4.0) |
El
18 de noviembre de 2018 se cumplían 40 años del mayor “suicidio colectivo”
protagonizado por una secta en la época contemporánea, con 914 muertos. Sin
embargo, no fue un simple suicidio, ni el grupo que lo protagonizó era un
simple movimiento religioso, sino también político. ¿Qué sucedió realmente?
¿Cómo se llegó al fatal desenlace?
Los orígenes del
protagonista, Jim Jones
Tal
como explica J. Gordon Melton, James Warren Jones nació en 1931 en Indiana y,
después de ser pastor metodista, creó a mediados de los 50 una congregación
independiente, Community Unity (Comunidad Unidad), combinando su fuerte
orientación social –en la que destacaba la defensa de la convivencia
interracial– con elementos pentecostales. Unos años después el grupo se
convirtió en Wings of Deliverance (Alas de Liberación).
Algunos
autores ven ya en este momento que su pensamiento destaca por “una velada
filosofía comunista con un marco pentecostal”. Manuel Guerra cuenta que al
terminar sus estudios, los dirigentes comunistas con los que trataba le
recomendaron: “trabaja por el Partido sin ser miembro del mismo. Infíltrate en
una iglesia”. De hecho, los evangélicos con los que trató se sorprendieron al
oírle decir que “el libro negro es el enemigo”, refiriéndose a la Biblia.
En
los años 60 la congregación, establecida en Indianápolis, pasó a llamarse
Peoples Temple (Templo del Pueblo) y se insertó en la denominación evangélica
conocida como Discípulos de Cristo, en la que fue ordenado ministro, por lo que
el primer desarrollo de su grupo tuvo lugar dentro de la normalidad del
cristianismo plural norteamericano.
Jones
conoció en esta época a Father Divine, líder de una secta (la Misión de la Paz Internacional) a quien sus
seguidores siempre han reconocido como Dios, que predicaba “un comunismo
cristiano” y en quien Jones se habría inspirado para alimentar sus pretensiones
mesiánicas.
Un ambiente cada vez más
sectario
Sus
doctrinas empezaron a radicalizarse, produciendo un clima paranoico dentro de
la secta, y el anuncio de un holocausto nuclear hizo que los miembros del grupo
se establecieran en 1965 en California, en un lugar supuestamente más seguro
ante el apocalipsis cercano. Allí, en la ciudad de Ukiah, Jim Jones comenzó a
implicarse en la política local, haciéndose un referente en la izquierda y
consiguiendo puestos relevantes.
En
los años 70, el Templo del Pueblo era reconocido por su fuerte compromiso
social, que incluía residencias de ancianos o comedores para pobres, y por el
que llegó a recibir premios humanitarios, aunque empezaron a oírse las primeras
críticas y denuncias sobre las doctrinas y prácticas del grupo, que mezclaba de
forma progresiva elementos de ideología comunista con los cultos cristianos, en
los que se incluían también aspectos espiritistas y milagrosos.
La
figura de Jones era cada vez más autoritaria y llegó a decidirlo todo en las
vidas de sus seguidores: rehacer matrimonios, imponer castigos físicos a los niños
y hasta tener relaciones sexuales con adeptos de ambos sexos. Lo llamaban
“Reverendo” y “Papá”.
Como
explica James R. Lewis, “a la vez que mantenía su ideología socialista,
recurría cada vez más al uso de milagros y otros medios espirituales para sostener
y aumentar su poder y autoridad. También utilizaba técnicas espirituales como
el ‘discernimiento’ para conseguir información sobre los miembros sospechosos
de ser difíciles y la usaba para silenciar las críticas y mantener el control.
Con el tiempo, el Templo se convirtió en una institución total”, con el
liderazgo indiscutible de Jones.
Éxodo hasta la Tierra
Prometida de Guyana
En
agosto de 1977, ante la presión por parte de ex adeptos, familiares y medios de
comunicación (en un tiempo en el que ya era muy activo el movimiento
antisectas), la mayor parte de la secta se trasladó a Guyana, en la zona del
Caribe, donde tenían una colonia agrícola desde 1973 llamada Jonestown, a la
que denominaban también “la Tierra Prometida”.
Sus
seguidores (negros en su mayoría, pero con varias decenas de líderes blancos)
se trasladaron con Jones allí convencidos de que podrían lograr el paraíso en
la tierra, una sociedad ideal en la que no hubiera distinción entre las razas
ni entre las clases sociales. Un lugar idílico que se libraría del inminente
holocausto nuclear.
Aunque
la población de Jonestown se acercó al millar de personas, la situación se fue
deteriorando, debido a los abandonos de algunos adeptos y a las amenazas de
acciones judiciales (sobre todo por la custodia de los niños que vivían en la
secta), lo que aumentó la paranoia del líder, que empezó a plantear a sus
seguidores la posibilidad del “suicidio revolucionario” o “suicidio por el
socialismo” y a organizar simulacros periódicos.
Cianuro para el final
En
noviembre de 1978, el congresista estadounidense Leo Ryan se desplazó hasta
Guyana para investigar el Templo del Pueblo in situ, debido a las denuncias que
se multiplicaban sobre el carácter sectario del movimiento. Allí, el 18 de
noviembre, cuando llegaba al aeródromo para emprender el viaje de regreso a los
EE.UU. tras una jornada intensa de visita al asentamiento, fue asesinado, al
igual que la mayor parte de su equipo, que incluía periodistas, y varios
adeptos que decidieron irse con él.
Así
se desató la masacre. Por los altavoces del lugar empezó a escucharse una
grabación de Jim Jones diciendo: “si no podemos vivir en paz, entonces muramos
en paz”.
Casi
todos los habitantes de Jonestown encontraron la muerte, ya fuera ingiriendo
una bebida con tranquilizantes y cianuro, por inyecciones de ese veneno o por
disparos de bala. La cifra más aceptada es la de 914 víctimas mortales. El
propio Jones encontró la muerte por esta tercera vía (posiblemente fue un
suicidio). El cálculo de los adeptos supervivientes se eleva hasta 85.
Ideología enmascarada de
religión
Hasta
el momento, se trata de la masacre sectaria –puesto que hablar de “suicidio
colectivo” no explicaría la totalidad de las víctimas– más importante de la
época contemporánea en un solo acto, si tenemos en cuenta que los más de mil
muertos (quemados vivos) originados en marzo de 2000 por el Movimiento para la
Restauración de los Diez Mandamientos de Dios en Uganda fueron el resultado de
varios episodios.
John
R. Hall explica que el Templo del Pueblo fue uno más de tantos movimientos que
se constituían en comuna para plantearse como alternativa al sistema
socioeconómico norteamericano, capitalista e individualista, “pero Jones usó la
religión profética de una manera especialmente política. Insistió en que sus
seguidores abandonaran sus vidas previas y se convirtieran en renacidos a una
lucha colectiva contra la injusticia económica, social y racial que no tenía
otros límites que victoria o muerte”.
Luis
Santamaría
Fuente:
Aleteia