La
influencia de los cruzados hace mucho que desapareció de Jerusalén, pero parte
de su arquitectura sigue en pie
Andrew Shiva | CC BY-SA 4.0 |
Durante casi dos siglos de Edad Media, los
países europeos reunieron sus ejércitos y los enviaron en las Cruzadas
cristianas a Oriente Medio para arrebatar el control de la región de los turcos
selyúcidas. La serie de invasiones, que se acompañó de un flujo casi constante
de occidentales de todos los ámbitos de la vida hacia la Tierra Santa, condujo
a la conquista de la región palestina.
Occidente solamente gobernó la
tierra de Jerusalén durante 90 años y en aquel tiempo persiguieron a judíos y a
cristianos “heréticos”, presionaron para expulsar a los musulmanes de la
Península ibérica y del norte de África y reclamaron Jerusalén como propia. En
la actualidad, estamos tan alejados de los cruzados que queda poca evidencia de
su presencia en Tierra Santa, aunque en aquel breve y convulso tiempo los
cruzados construyeron una serie de iglesias y de infraestructuras de la ciudad.
Para entender mejor las Cruzadas
recurrimos a Jack Meinhardt, cuyo ensayo When
Crusader Kings Ruled Jerusalem [Cuando los reyes cruzados gobernaron
Jerusalén] fue reproducido en el diario Bible
History Daily. Meinhardt explica que el catalizador que dio comienzo a
las Cruzadas fue la invasión en el siglo VIII de Oriente Próximo por los turcos
selyúcidas. Los turcos se convirtieron al islam tras llegar y procedieron a
refrenar el poder árabe reinante, el califato abasí en Bagdad, antes de
extenderse para tomar el control de toda la región.
Antes del auge de los turcos,
los bizantinos y el califato habían tenido una actitud abierta y fueron muy
tolerantes con los cristianos, pero el avance selyúcida disminuyó
significativamente la influencia cristiana en Oriente Próximo. El cambio más
notable, en lo relativo a los occidentales, fue que los peregrinos europeos ya
no pudieron transitar los antiguos caminos tras los pasos de Cristo.
Según escribe Meinhardt:
El emperador
bizantino Alejo I solicitó la ayuda de Occidente. En 1095, el papa Urbano II
respondió; en un discurso pronunciado en Clermont, en el centro de Francia,
hizo un llamamiento por una cruzada que salvara del islam al Oriente cristiano.
Los turcos selyúcidas, según consta dijo Urbano, estaban destripando a los
cristianos y arrojando sus sangrientas vísceras sobre altares de iglesias y
pilas bautismales. Quienes se unieran a su cruzada o “tomaran la cruz”, anunció
el Papa, verían absueltos sus pecados, ya que Dios mismo deseaba que el
cristianismo recuperara Jerusalén.
Los crudos relatos de los
asesinatos de cristianos estimularon a la nobleza europea y las familias reales
para levantar sus propios ejércitos. Uno en particular fue liderado por tres hermanos,
Eustaquio, Balduino y Godofredo; Godofredo y Balduino se convertirían en los
primeros gobernantes del Reino Latino de Jerusalén. Otros cruzados incluían
varios miembros de la nobleza francesa, normanda, alemana e italiana e incluso
príncipes.
La primera cruzada comenzó en
1095 con las fuerzas europeas marchando sobre Anatolia y asediando Antioquía.
En 1098, la ciudad sucumbió a los cruzados y se convirtió en la primera colonia
en Oriente Próximo. Desde su nuevo bastión, marcharon hacia el sur, donde
Jerusalén cayó después de un asedio de dos semanas. Meinhardt escribe que los
gobernadores musulmanes se rindieron sin oponer resistencia.
A la mañana
siguiente, sin embargo, Jerusalén se convirtió en un campo de ejecución, ya que
los conquistadores masacraron a casi todos los musulmanes en la ciudad y
quemaron una sinagoga en la que unos judíos se habían refugiado. “Espada en
mano, nuestros hombres recorrieron la ciudad sin indultar a nadie, ni siquiera
a quienes suplicaban compasión”, escribió Fulquerio de Chartres, que sirvió
como capellán de Balduino. “Deseaban que este lugar, tanto tiempo contaminado
por la superstición de los habitantes paganos, fuera limpiado de su contagio”.
Durante las décadas siguientes,
los cruzados aseguraron todas las ciudades costeras principales y fortalecieron
su posición construyendo fuertes en emplazamientos estratégicos. A mediados del
siglo XII, toda la región del Levante se había convertido en una colonia de lo
que se denominó el Reino Latino de Jerusalén.
En la Ciudad Santa, los cruzados
dejaron solamente unos pocos trazos de su tiempo al mando. Uno de los mayores
cambios se produjo en la Cúpula de la Roca, por la que se interesaron
especialmente después de saber de su vinculación con acontecimientos bíblicos
tales como la presentación de Cristo en el Templo (Lucas 2,
22-38) y el sueño de Jacob de una escalera hacia el Cielo (Génesis 28,
11-17). Se propusieron convertir la Cúpula musulmana de la Roca en una iglesia
cristiana y la renombraron como “Templum Domini”.
Los reyes que lideraron las
Cruzadas requisaron la mezquita Al-Aqsa, en la Ciudad Vieja, para su
residencia, pero más tarde se mudaron a la recién construida Torre de David. La
mezquita fue transformada luego para alojar a caballeros templarios, una orden
que empezó como protección para peregrinos y se acabó convirtiendo en una
fuerza de combate de élite. Los cruzados construyeron también una puerta de la
ciudad, un mercado cubierto, un hospital y otros edificios diversos de
infraestructura.
La forma más prevalente de
construcción cruzada, no obstante, era la iglesia. Meinhardt lista algunas de
las iglesias que construyeron y que todavía están en pie y en uso actualmente:
Al este de la
ciudad, en el monte de los Olivos, construyeron la iglesia del Sepulcro de la
Virgen (…). Al
norte de la esquina noreste del Monte del Templo, erigieron la espléndida
iglesia románica de Santa Ana. Sin embargo, el legado arquitectónico más
duradero de los cruzados es su reconstrucción de la iglesia del Santo Sepulcro.
El gobierno de los cruzados en
Jerusalén fue relativamente breve según los estándares históricos. En 1187, el
sultán Saladino, que había unificado las regiones egipcia y siria, derrotó a
las fuerzas del Reino Latino de Jerusalén y retomó la Ciudad Santa.
Este fue el final de la primera
cruzada, pero durante el próximo siglo seguirían seis cruzadas mayores y
numerosas cruzadas menores. Los cruzados mantuvieron una presencia en las
ciudades costeras de Tiro y Acre, conservando una fina franja de territorio que
se expandía y contraía con cada nueva cruzada. La presencia cruzada en Oriente
Medio fue suprimida finalmente cuando su última ciudad, Acre, cayó en 1291.
J.P.
Mauro
Fuente:
Aleteia