2. La Ascensión de Jesús
No serás más aquí
percibido
Uno que otro hará la
excepción
Bendices y abres el
camino,
Ese es nuestro gran
destino
Sépanlo todos sin
dilación.
Jesús fue a muchos
lugares de Judea y Galilea durante su vida. Tras resucitar se apareció a
muchas personas con su cuerpo glorioso. Después de cuarenta días de su resurrección
subió al cielo a la vista de sus discípulos mientras los bendecía, ellos lo
siguieron con la vista hasta que se perdió entre las NUBES.
Y es que su nueva
realidad, su cuerpo resucitado ya no pertenece a este mundo, a esta
historia... o más bien es la garantía de que esta historia, la historia de la
humanidad entera, no está abandonada y por el contrario tiene un final abierto
a Dios, a la eternidad, a la plenitud. Jesús ha sido conocido y amado por sus
discípulos y ahora ellos tienen que hacerlo presente, a Jesús no lo verán más
sino hasta el final cuando vuelva en su gloria. No serás más aquí percibido.
Aunque cuando ha querido
Jesús se ha mostrado corporalmente a más de algún elegido, comenzando por san
Pablo. Uno que otro hará la excepción. A pesar de no poderlo ver sabemos que
está presente, verlo será el cielo. Ver la belleza de Dios en la humanidad de
Cristo, mirar su mirada amorosa hacia cada uno de nosotros, su aprobación ante
nuestra buena voluntad... que no me falte el deseo de buscarte y hacer tu
voluntad... que me deje bendecir, ya que desde siempre me bendices, pero más
aún ahora que subes al cielo bendiciendo para continuar bendiciendo siempre
(cfr. Rm 8, 34).
Cuando te vieron tus
discípulos subir al cielo, perfecto hombre, hasta que aquella nube te ocultó,
la humanidad entró plenamente en la Divinidad. Esa nube que simboliza a Dios.
“La observación sobre la nube tiene un carácter claramente teológico. Presenta
la desaparición de Jesús no como un viaje hacia las estrellas, sino como un
entrar en el misterio de Dios.
Con eso se alude a un
orden de magnitud completamente diferente, a otra dimensión del ser” (J.
Ratzinger, Jesús de Nazaret II, Perspectiva). Jesús, Tú que eres Dios, perfecto
Dios, ya habías unido la divinidad con la humanidad, antes de la Ascensión
faltaba que la humanidad entrara en la Divinidad, abriéndonos a todos los hombres
el camino a ese océano de dicha.
Bendices y abres el
camino, ese es nuestro gran destino. Durante su vida Jesús envió a sus
Apóstoles a las aldeas a donde pensaba ir... ahora, los manda a todo el mundo,
porque se quiere hacer presente en todas partes, que toda criatura crea en Él.
Esa es la tarea de los apóstoles del s. I, tarea que continúa en los apóstoles
de todos los tiempos: Sépanlo todos sin dilación.
Con permiso del autor: Juan Pablo Lira
Fuente: 20 palabras para meditar los misterios del Rosario