Se casó tarde y enviudó
pronto. Sacó adelante a sus tres hijos y cuidó de sus dos hermanas enfermas
hasta el final
![]() |
Antonia Murillo Cano, vecina de Campanario
(Badajoz)
Foto: Santiago Riesco
Pérez
|
Le cuesta hablar sin reír. Disfruta de las pequeñas cosas de un modo
altamente contagioso. Antonia tiene 78 años y habla de Dios y con Dios de un
modo tan natural que es imposible no querer ser un poco como ella.
Se casa con 40
años y a los 52 se queda viuda a cargo de tres niños de 11, 10 y 8 años ¿No
pensó que Dios estaba siendo injusto?
No. Dios me
fortaleció en aquellos momentos. Yo he hablado con otras amigas que me decían:
«Dios es injusto porque, si es Padre, ¿por qué tiene que dejar a tres niños
huérfanos?». Y yo les decía que, cuando Dios lo ha decidido así, Él sabrá por
qué.
Luego ha
cuidado en casa a sus dos hermanas mayores enfermas… ¿De dónde ha sacado las
fuerzas?
Las dos han
tenido párkinson desde muy jóvenes. Una enfermedad muy difícil. Han muerto con
79 y con 86 años. En un principio yo no las cuidaba, en un principio ellas me
han ayudado a mí. Cuando me quedé viuda, ellas tenían su enfermedad, que las
limitaba en algo, pero estaban útiles para muchas cosas. Y se volcaron conmigo.
¿Y luego cambió
la cosa?
Claro, poco a
poco ellas me han ido necesitando. Me daba mucha pena que tuvieran que irse a
una residencia, porque no estaban preparadas. Mis hermanas han visto que todos
nuestros antepasados han sido muy bien atendidos en casa, cuidados por la
familia…. Siempre he dicho: prefiero ir yo a que vayan ellas.
¿Cuánto tiempo
ha estado cuidándolas?
Mucho. Siempre
hemos estado muy unidas. Yo veía que eran muy vulnerables y estaba muy
pendiente de ellas. Y luego ya… pues he visto que cada vez me iban necesitando
más. Yo vivía arriba y ellas abajo, y he estado más tiempo en su casa que en la
mía.
Y lo de estar
siempre sonriendo, ¿es de familia?
He cambiado un
poco de carácter. Antes decían de mí: «¡Pero si siempre que habla se está
riendo!».
¿Sí? Pues yo la
veo siempre sonriendo, por eso se lo pregunto.
[Risas]. Yo
creo que he cambiado un poco. Era más fuerte de lo que soy ahora. Veo que dejo
a mis hijos en Madrid y me da pena. Por la edad que tengo entiendo que mucho no
voy a vivir ya. Y le doy gracias a Dios porque he llegado hasta aquí.
No ha dejado de
citar a Dios, de disculparle y de darle gracias ¿Cómo y cuándo reza?
Rezo ahora más
porque tengo más tiempo [risas]. Muy rezona tampoco soy.
Rezo más porque ahora hago el rosario, que lo había dejado.
Entonces, ¿ha
retomado el rosario?
Ahora que han
muerto mis hermanas y que no tengo trabajo, le rezo a la Virgen su rosario
todas las noches. Pero no lo rezo bien [risas]. No, porque yo no me pongo a
rezar el rosario pensando en el rosario. Está la tele puesta y estoy rezando el
rosario. O muchas veces vengo de Misa…
¿Va a
Misa todos los días?
No, pero
debería de ir porque tengo tiempo. Que también digo que es por pereza. ¡El
domingo, sí! ¡Y los festivos! Pero los demás días, no. Y cuando vengo… –porque
luego tengo un vicio…– me gusta jugar un ratito en el ordenador, porque me
agiliza la mente y me viene bien. Entonces, como tengo ese vicio y esas ganitas
de cogerlo pronto…, pues cuando me voy desnudando voy rezando el rosario: «Dios
te salve María», uno; «Dios te salve María», dos…
Muy rápido ¿no?
[Muchas risas]
Por eso digo que lo rezo pero lo rezo mal. [Se pone seria]. Pero bueno, el
Señor ya sabe lo que hay. Y al acostarme, si me queda algo, le digo: «Buenas
noches, Señor, gracias por el día que hemos tenido y hasta mañana si Dios
quiere».
Los santos se
comunican mucho con Dios, ¿usted recarga las pilas rezando el rosario rápido, o
cómo?
Yo soy muy
rutinaria. Y se lo pido a Dios muchas veces, que me dé ese fervor de la gente
que ve una luz o se transforma. Yo comulgo siempre en Misa, pero me confieso
solo tres veces al año. Pecado mortal no tengo, pero venial, muchísimo, sobre
todo el de omisión. Yo lo tengo muy en cuenta y me digo: «Cuántas cosas podía
hacer que no hago porque me he puesto perezosa».
¡Pero usted
habla con Dios todo el rato! No deja de decirme qué le pide, qué le dice… que
no reza bien pero le dice que «es lo que hay»…
[Risas]. Ay,
¡pero es que Dios está tan cerca! ¡Y no pierdes tiempo! [Más risas]. Vas
andando y se lo vas diciendo.
¿Se considera
una santa?
¡No, no, no,
no! ¡Para ser una santa estoy lejísimos! Con salvarme ya tengo suficiente. Pero
santidad, santidad, no.
Santiago Riesco
Pérez
Fuente: Alfa y
Omega
